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05. Robots e Imperio

Robots e Imperio es una novela de ciencia ficción escrita por Isaac Asimov y publicada en 1985. Es la continuación de Los robots del amanecer, dentro de su serie de novelas sobre robots. Esta novela es, cronológicamente, la que da inicio a las siguientes sagas de Asimov, como el Tríptico del Imperio y el Ciclo de Trántor, y en la que el robot Daneel Olivaw se erige como un personaje de gran importancia en la historia de la humanidad.

Robots e Imperio es una novela de ciencia ficción escrita por Isaac Asimov y publicada en 1985. Es la continuación de Los robots del amanecer, dentro de su serie de novelas sobre robots. Esta novela es, cronológicamente, la que da inicio a las siguientes sagas de Asimov, como el Tríptico del Imperio y el Ciclo de Trántor, y en la que el robot Daneel Olivaw se erige como un personaje de gran importancia en la historia de la humanidad.

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obot pueda durar tanto? Intentó luchar contra un robot, imbécil.<br />

—¿Por qué no lo dijo? —preguntó Niss indignado.<br />

—¿Por qué iba a hacerlo? ¿Se lo preguntó usted? Mire, Niss, ha oído lo que les he<br />

dicho a los demás. También eso reza con usted, pero mucho más. Ellos son simples<br />

tripulantes, a usted lo había elegido para jefe de la tripulación. Lo había elegido. Si va a<br />

ocuparse de la tripulación, le hace falta más cerebro que músculos. De modo que ahora le<br />

va a resultar más difícil, porque tendrá que demostrarme que tiene cerebro en contra de<br />

mi opinión de que no lo tiene.<br />

—Capitán, yo...<br />

—No hable. Óigame. Si se divulga la historia, los otros cuatro pasarán a ser<br />

aprendices, pero usted no será nada. Nunca más volverá a bordo. No habrá ninguna nave<br />

que lo acepte, se lo prometo. Ni como tripulante ni como pasajero. Pregúntese qué dinero<br />

puede usted ganar en Baleymundo, y haciendo... ¿Qué? Eso, si habla de lo ocurrido, si se<br />

enfrenta con la mujer espacial de un modo u otro, incluso si se queda mirándola más de<br />

medio segundo seguido o a sus dos robots. Y tendrá que preocuparse de que nadie de la<br />

tripulación se comporte de modo ofensivo. Será usted el responsable... Y su multa es de<br />

dos semanas de sueldo.<br />

—Pero, capitán —protestó Niss— los otros...<br />

—Esperaba menos de ellos, Niss, así que los multo menos. Salga de aquí.<br />

21<br />

D.G. jugó, distraído, con el fotocubo que estaba sobre su mesa. Cada vez que lo daba<br />

vuelta se oscurecía, luego se iluminaba al reposar sobre una de sus caras, como base. Al<br />

iluminarse, aparecía la imagen tridimensional y sonriente de una mujer.<br />

Entre la tripulación corría el rumor de que cada una de las seis caras hacía aparecer<br />

una mujer distinta. El rumor era correcto.<br />

Jamin Oser contemplaba la rápida aparición y desaparición de las imágenes sin el<br />

menor interés. Ahora que la nave estaba segura o tan segura como podía estarlo contra<br />

cualquier tipo de ataque, era hora de pensar en la siguiente actuación.<br />

Pero D.G. enfocaba el asunto indirectamente, o tal vez no lo enfocaba de ningún modo.<br />

Dijo:<br />

—Fue, naturalmente, culpa de la mujer.<br />

Oser se encogió de hombros y se pasó la mano por la barba, como para asegurarse de<br />

que él, por lo menos, no era una mujer. Al revés que D.G., Oser lucía un enorme bigote,<br />

D.G. explicó:<br />

—Por lo visto, el encontrarse en su planeta natal le hizo perder toda discreción.<br />

Abandonó la nave aunque yo le había pedido que no lo hiciera.<br />

—Debió de habérselo ordenado.<br />

—No hubiera servido de nada. Es una aristócrata mimada, acostumbrada a hacer su<br />

santa voluntad y a mandar a sus robots. Además, yo pienso utilizarla y quiero su<br />

cooperación, no sus mohines. Y también... ¡era la amiga de mi antepasado!<br />

—Y viva aún —murmuró Oser, sacudiendo la cabeza. —Me pone la carne de gallina.<br />

Una mujer vieja, vieja, vieja.<br />

—Lo sé, pero parece muy joven. Es atractiva aún. Y decidida. No quiso retirarse<br />

cuando se le acercaron los tripulantes, no quiso estrechar la mano de uno de ellos...<br />

Bueno, ya se acabó.<br />

—Así y todo, capitán, ¿fue conveniente decirle a Niss que se había enfrentado con un<br />

robot?<br />

—Tuve que hacerlo. Tuve que hacerlo, Oser. Si él hubiera seguido creyendo que le<br />

había dominado y humillado ante cuatro de sus hombres un espacial afeminado, mucho<br />

más pequeño que él, no nos habría servido para nada nunca jamás. Eso lo hubiera

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