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05. Robots e Imperio

Robots e Imperio es una novela de ciencia ficción escrita por Isaac Asimov y publicada en 1985. Es la continuación de Los robots del amanecer, dentro de su serie de novelas sobre robots. Esta novela es, cronológicamente, la que da inicio a las siguientes sagas de Asimov, como el Tríptico del Imperio y el Ciclo de Trántor, y en la que el robot Daneel Olivaw se erige como un personaje de gran importancia en la historia de la humanidad.

Robots e Imperio es una novela de ciencia ficción escrita por Isaac Asimov y publicada en 1985. Es la continuación de Los robots del amanecer, dentro de su serie de novelas sobre robots. Esta novela es, cronológicamente, la que da inicio a las siguientes sagas de Asimov, como el Tríptico del Imperio y el Ciclo de Trántor, y en la que el robot Daneel Olivaw se erige como un personaje de gran importancia en la historia de la humanidad.

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Volvió a decir, con voz más baja y menos imperativa, en la que el acento de<br />

universidad de Aurora, el galáctico estándar de los mundos espaciales, se percibió<br />

claramente:<br />

—Soy de Solaria, colono.<br />

El colono rió y se volvió a los otros:<br />

—Habla con finura, tuvo que esforzarse. ¿Verdad, compañeros?<br />

Los demás se echaron a reír y uno dijo:<br />

—Hazla hablar un poco más, Niss. A lo mejor aprendemos todos a hablar como las<br />

pajaritas espaciales. —Y apoyó una mano en la cadera.<br />

Sin dejar de sonreír Niss les pidió:<br />

—Cállense todos. —Y se hizo el silencio al momento. Se volvió de nuevo a Gladia y se<br />

presentó—: Soy Berto Niss, tripulante de Primera Clase. ¿Y su nombre, mujercita?<br />

Gladia no se atrevió a hablar de nuevo. Niss insistió:<br />

—Estoy siendo cortés, mujercita. Le hablo como un caballero, como un espacial. Sé<br />

que es lo bastante vieja como para ser mi bisabuela. ¿Cuántos años tiene, mujercita?<br />

—¡Cuatrocientos! —gritó uno de los hombres, detrás de Niss—, pero no lo parece.<br />

—¡Ni cien! —dijo otro.<br />

—Parece adecuada para un poco de intercambio —sugirió un tercero— y a lo mejor<br />

lleva mucho tiempo sin probarlo. Pregúntale si está dispuesta, Niss. Sé bien educado y<br />

pídele si podemos hacerlo por turnos.<br />

Gladia enrojeció y Daneel intervino:<br />

—Tripulante de Primera Clase Niss, sus compañeros están ofendiendo a la señora<br />

Gladia. ¿Quieren retirarse?<br />

Niss se volvió a mirar a Daneel, al que había ignorado totalmente hasta entonces. La<br />

sonrisa se borró de su rostro al contestar:<br />

—Oiga: Esta mujercita es intocable. Lo dijo el capitán. No la molestaremos. Sólo unas<br />

palabras inofensivas. Esa cosa es un robot. No nos meteremos con él y él no puede<br />

dañarnos. Conocemos lo de las tres leyes de la Robótica. Le ordenamos que se aparte de<br />

nosotros. Pero usted es un espacial y el capitán no ha ordenado respecto a usted. Así<br />

que —le señaló con un dedo— no intervenga, no se meta con nosotros, o le<br />

estropearemos su bonita piel y a lo mejor se echa a llorar.<br />

Daneel no dijo nada. Niss movió la cabeza asintiendo.<br />

—Muy bien. Me gusta ver a alguien lo bastante listo para no empezar algo que no<br />

podría terminar.<br />

Se volvió a Gladia y le dijo:<br />

—Ahora, mujercita espacial, la dejaremos tranquila porque el capitán no quiere que se<br />

la moleste. Si uno de estos hombres ha hecho un comentario algo grosero, es natural.<br />

Démonos la mano y seamos amigos... Espacial, colono, ¿qué diferencia hay?<br />

Tendió la mano a Gladia, que retrocedió horrorizada. La mano de Daneel saltó hacia<br />

adelante en un movimiento que fue casi demasiado rápido para que pudiera verse, y<br />

agarró la muñeca de Niss:<br />

—Tripulante de Primera Clase Niss —dijo entre dientes— no se atreva a tocar a la<br />

señora.<br />

Niss bajó los ojos, miró su mano y los dedos que la sujetaban con firmeza. En voz baja<br />

y amenazadora, ordenó:<br />

—Dispone de tres segundos para soltarme.<br />

La mano de Daneel se apartó:<br />

—Debo hacer lo que me pide porque no quiero lastimarle, pero debo proteger a la<br />

señora. Si ella no quiere que la toquen, y creo que es lo que desea, me veré obligado a<br />

tomar la decisión de lastimarle. Le ruego que acepte mi promesa de que haré cuanto<br />

pueda para minimizar el dolor.<br />

Uno de los tripulantes gritó alegremente:

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