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05. Robots e Imperio

Robots e Imperio es una novela de ciencia ficción escrita por Isaac Asimov y publicada en 1985. Es la continuación de Los robots del amanecer, dentro de su serie de novelas sobre robots. Esta novela es, cronológicamente, la que da inicio a las siguientes sagas de Asimov, como el Tríptico del Imperio y el Ciclo de Trántor, y en la que el robot Daneel Olivaw se erige como un personaje de gran importancia en la historia de la humanidad.

Robots e Imperio es una novela de ciencia ficción escrita por Isaac Asimov y publicada en 1985. Es la continuación de Los robots del amanecer, dentro de su serie de novelas sobre robots. Esta novela es, cronológicamente, la que da inicio a las siguientes sagas de Asimov, como el Tríptico del Imperio y el Ciclo de Trántor, y en la que el robot Daneel Olivaw se erige como un personaje de gran importancia en la historia de la humanidad.

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Por consiguiente, si el robot pretendía destruir a alguien de la tribuna, sólo podía ser a mí,<br />

el robot, y actuaste al momento para protegerme.<br />

Empecemos por decir que el asesino era aurorano..., no importa que fuera humano o<br />

robot. Es más que probable que el doctor Amadiro ordenara dicho ataque, puesto que es<br />

un extremista en su actitud anti-Tierra, y nosotros creemos que está tramando su<br />

destrucción. Quizá se halla enterado de mis habilidades especiales por Vasilia, y daría<br />

prioridad a mi destrucción, dado que, naturalmente, me teme más que a nadie..., robot o<br />

humano. Siguiendo este razonamiento, es lógico que actuaras como lo hiciste para<br />

protegerme... Y la verdad, de no haberme derribado, creo que el disparo me habría<br />

destruido.<br />

Pero, amigo Daneel, tú no podías saber que el asesino fuera un robot, o que fuera<br />

aurorano. Sólo yo había captado la extraña anomalía de un cerebro robótico entre la<br />

inmensa masa de emociones humanas, cuando me golpeaste... Fue después, cuando<br />

tuve oportunidad de informarte. Sin mi capacidad, sólo podías darte cuenta de que nos<br />

apuntaba un arma, que naturalmente supusiste que la sostenía un humano y que éste era<br />

de la Tierra. El blanco lógico era, pues, la señora Gladia como, realmente creyeron todos<br />

los de la tribuna. ¿Cómo ignoraste a Gladia y en cambio me defendiste a mí?<br />

—Amigo Giskard, ten en cuenta mi forma de pensar. El Secretario General había dicho<br />

que un módulo aurorano con dos pasajeros a bordo había llegado a la Tierra. Asumí al<br />

instante que el doctor Amadiro y el doctor Mandamus habían venido. Para ello sólo había<br />

una razón. El plan que llevan entre manos, sea cual fuere su naturaleza, ya casi está<br />

maduro o lo está realmente. Como tú has venido a la Tierra, amigo Giskard, ellos se han<br />

precipitado para llevarlo a la práctica antes de que tengas la oportunidad de impedirlo<br />

gracias a tus poderes de ajustes mentales. Para estar más seguros, tratarían de destruirte<br />

si podían. Por lo tanto, cuando vi un arma apuntando, me lancé para alejarte de la línea<br />

de fuego.<br />

—La primera ley debió empujarte a apartar a Gladia de la línea de fuego —dijo<br />

Giskard—. Ni razonamientos, ni pensamientos, debieron alterar esto.<br />

—No, amigo Giskard. Tú eres mucho más importante que Gladia. En verdad, en este<br />

momento tú eres mucho más importante que cualquier ser humano. Si hay alguien que<br />

pueda impedir la destrucción de la Tierra, ése eres tú. Como yo conozco tu servicio<br />

potencial a la humanidad, al verme ante la necesidad de elegir, la ley Cero requiere que te<br />

proteja por encima de todo y de todos.<br />

—¿Y no te sientes incómodo por haber actuado desafiando la primera ley?<br />

—No, porque actué en obediencia de la suprema ley Cero.<br />

—Pero la ley Cero no te ha sido implantada.<br />

—La acepté como corolario de la primera ley, porque ¿cómo puede protegerse al<br />

humano de ser lastimado, sino asegurándose de que la sociedad humana en general está<br />

protegida y mantenida en activo?<br />

Giskard pensó.<br />

—Veo lo que estás tratando de decirme, pero si... si al actuar para salvarme y, por<br />

tanto, salvando a la humanidad, hubiera resultado que no era a mí a quien apuntaban y<br />

Gladia hubiera muerto, ¿cómo te hubieras sentido entonces, amigo Daneel?<br />

—No lo sé, amigo Giskard —musitó— Sin embargo, si hubiera saltado para salvar a<br />

Gladia y hubiera ocurrido que ella estaba a salvo dejando que tú fueras destruido y<br />

contigo, en mi opinión el futuro de la humanidad, ¿cómo podría sobrevivir a semejante<br />

golpe?<br />

Los dos se miraron..., cada uno sumido en sus pensamientos. Por fin, Giskard dijo:<br />

—Puede que así sea, amigo Daneel, pero estarás de acuerdo en que, a veces, es<br />

difícil juzgar.<br />

—Estoy de acuerdo, amigo Giskard.<br />

—Ya es difícil elegir cuando se hace rápidamente entre individuos, y decidir cuál de

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