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05. Robots e Imperio

Robots e Imperio es una novela de ciencia ficción escrita por Isaac Asimov y publicada en 1985. Es la continuación de Los robots del amanecer, dentro de su serie de novelas sobre robots. Esta novela es, cronológicamente, la que da inicio a las siguientes sagas de Asimov, como el Tríptico del Imperio y el Ciclo de Trántor, y en la que el robot Daneel Olivaw se erige como un personaje de gran importancia en la historia de la humanidad.

Robots e Imperio es una novela de ciencia ficción escrita por Isaac Asimov y publicada en 1985. Es la continuación de Los robots del amanecer, dentro de su serie de novelas sobre robots. Esta novela es, cronológicamente, la que da inicio a las siguientes sagas de Asimov, como el Tríptico del Imperio y el Ciclo de Trántor, y en la que el robot Daneel Olivaw se erige como un personaje de gran importancia en la historia de la humanidad.

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seres humanos y estaría más seguro de que estoy obedeciendo mejor las tres leyes.<br />

—Si el colega Elijah comprendía a los seres humanos, debía conocer las leyes de la<br />

humanidad.<br />

—Presumiblemente, pero las conocía a través de algo que el ser humano llama<br />

intuición, una palabra que no comprendo, ilustrando un concepto del que no sé nada. Es<br />

de presumir que se encuentra más allá de la razón y yo sólo dispongo de la razón.<br />

7a<br />

Eso y los recuerdos.<br />

Los recuerdos que naturalmente no funcionaban según los sistemas humanos.<br />

Carecían de la rememoración imperfecta, de la impresión borrosa, de la adición y<br />

sustracción dictadas por anhelos y egoísmos, por no hablar de los deseos, lagunas y<br />

retrocesos que transforman el recuerdo en horas interminables de soñar despierto.<br />

Se trataba de la memoria robótica marcando los acontecimientos exactamente como<br />

habían ocurrido, pero de un modo ampliamente acelerado. Lo segundos se funden en<br />

nanosegundos, de modo que los días se reviven con tan rápida precisión que no cabe un<br />

hueco perceptible en la conversación.<br />

Como había hecho innumerables veces anteriormente, Giskard revivió su visita a la<br />

Tierra, buscando comprender la capacidad de prever el futuro de Elijah Baley, sin<br />

encontrarla nunca.<br />

¡Tierra!<br />

Fastolfe llegó a la Tierra en una nave aurorana, con un cargamento completo de<br />

compañeros de viaje, tanto humanos como robots. Sin embargo, una vez en órbita,<br />

solamente Fastolfe condujo el módulo al aterrizaje. Le habían puesto inyecciones para<br />

estimular su mecanismo de inmunización y llevaba los necesarios guantes, lentes de<br />

contacto y tapones en la nariz. Como consecuencia se sintió perfectamente a salvo, pero<br />

ningún otro aurorano estuvo dispuesto a seguirle como parte de una delegación.<br />

Fastolfe no se molestó, le parecía (como más tarde explicó a Giskard) que le recibirían<br />

mejor si llegaba solo. Una delegación traería a los terrícolas recuerdos de los malos días<br />

(para ellos) de la Ciudad espacial, cuando los espaciales disponían de una base<br />

permanente en la Tierra y dominaban directamente el mundo.<br />

Pero se llevó consigo a Giskard. Llegar sin ningún robot era impensable, incluso para<br />

Fastolfe; llegar con más de uno hubiera creado un tenso malestar entre los terrícolas<br />

antirrobots que deseaba visitar y con los que intentaba negociar.<br />

Para empezar, se entrevistaría con Baley, su enlace con la Tierra y su gente. Ésa era<br />

la excusa racional para el encuentro. La verdadera razón era que Fastolfe deseaba<br />

intensamente volver a ver a Baley; ciertamente le debía mucho.<br />

(Que Giskard quería ver a Baley, y que para ello tensó ligeramente la emoción y el<br />

impulso en el cerebro de Fastolfe para que la visita se llevara a cabo, Fastolfe no pudo<br />

saberlo ni siquiera imaginarlo.)<br />

Baley esperaba en el momento de aterrizar y con él un pequeño grupo de funcionarios<br />

de la Tierra, así que transcurrió un tedioso espacio de tiempo durante el cual tuvo que<br />

someterse al protocolo y a las cortesías.<br />

Pasaron horas antes de que Fastolfe y Baley pudieran retirarse. No hubiera ocurrido<br />

tan pronto de no ser por la intervención callada e imperceptible de Giskard. Con sólo un<br />

pequeño toque en las mentes de los más importantes de los funcionarios que se aburrían<br />

visiblemente (siempre resulta más seguro dedicarse a acentuar una emoción ya existente;<br />

de este modo, no se puede dañar).<br />

Baley y Fastolfe se sentaron en un pequeño comedor privado que generalmente estaba<br />

disponible para altos cargos del gobierno. Podían marcarse los platos en un menú<br />

computarizado y les servían unos portadores también computarizados.

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