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05. Robots e Imperio

Robots e Imperio es una novela de ciencia ficción escrita por Isaac Asimov y publicada en 1985. Es la continuación de Los robots del amanecer, dentro de su serie de novelas sobre robots. Esta novela es, cronológicamente, la que da inicio a las siguientes sagas de Asimov, como el Tríptico del Imperio y el Ciclo de Trántor, y en la que el robot Daneel Olivaw se erige como un personaje de gran importancia en la historia de la humanidad.

Robots e Imperio es una novela de ciencia ficción escrita por Isaac Asimov y publicada en 1985. Es la continuación de Los robots del amanecer, dentro de su serie de novelas sobre robots. Esta novela es, cronológicamente, la que da inicio a las siguientes sagas de Asimov, como el Tríptico del Imperio y el Ciclo de Trántor, y en la que el robot Daneel Olivaw se erige como un personaje de gran importancia en la historia de la humanidad.

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Giskard asintió con lentos movimientos de cabeza:<br />

—Un punto a tu favor. Y, ahora, ¿por qué si el doctor Amadiro estaba tan horrorizado<br />

ante la idea de que fuéramos a la Tierra, no hizo ningún esfuerzo por hacemos detener<br />

mientras estábamos aún en Aurora? O, si solamente descubrió nuestra huida después de<br />

que saliéramos de órbita, ¿por qué no envió una nave aurorana a interceptarnos antes de<br />

que diéramos el "salto" al planeta? Puede ser que sigamos una pista equivocada, que en<br />

alguna parte hayamos cometido un grave error, que...<br />

Un clamor insistente e intermitente se oyó por toda la nave y Daniel observó:<br />

—El "salto" se ha hecho con seguridad, amigo Giskard. Lo experimenté hace unos<br />

minutos. Pero todavía no hemos llegado a la Tierra y la intercepción que has mencionado,<br />

diría que ya ha llegado, así que no seguimos necesariamente una pista equivocada...<br />

69<br />

D.G. tuvo que admitir una perversa admiración. Cuando los auroranos estaban<br />

realmente dispuestos a actuar, se ponía de manifiesto su perfecta técnica.<br />

Indudablemente habían enviado a una de sus naves más modernas, por lo que se podría<br />

deducir al momento que debía de ser muy importante lo que les obligaba a actuar.<br />

Y esa nave había detectado la presencia de la de D.G. a los quince minutos de su<br />

aparición en el espacio normal y, además, desde gran distancia.<br />

La nave de Aurora estaba utilizando un equipo de hiperonda de enfoque limitado. La<br />

cabeza del que hablaba podía verse con claridad mientras estaba bien enfocada. Todo lo<br />

demás era una nebulosa gris. Si el que hablaba movía la cabeza un decímetro del punto<br />

de enfoque, ésta se perdía en la nebulosa gris. Los sonidos también quedaban limitados.<br />

El resultado era que uno veía y oía solamente lo mínimo de la nave enemiga (D.G. ya la<br />

había calificado de nave "enemiga") de forma que protegiera su intimidad.<br />

La nave de D.G. también poseía una hiperonda de enfoque limitado, pero D.G. se dijo<br />

lleno de envidia que le faltaban el brillo y la elegancia de la versión aurorana. Por<br />

supuesto, su nave no era lo mejor que podían hacer los colonizadores pero, de todas<br />

formas, los espaciales les aventajaban tecnológicamente. Los colonos tenían aún mucho<br />

que aprender. La cabeza aurorana enfocada era clara y de aspecto tan real que<br />

angustiaba verla sin cuerpo, hasta el extremo de que D.G. no se hubiera sorprendido de<br />

verla gotear sangre. Mirándola mejor, se notaba que el cuello se perdía en la nebulosa<br />

gris inmediatamente después de que empezara a verse el principio de un bien cortado<br />

uniforme.<br />

La cabeza se identificó, con meticulosa etiqueta, como comandante Lisiform de la nave<br />

aurorana Borealis. D.G. también se identificó a su vez echando la barba hacia adelante<br />

como si quisiera estar seguro de que ésta quedara bien enfocada. Opinaba que su barba<br />

le daba un aspecto de ferocidad que no podía sino impresionar a un débil y rasurado<br />

espacial. D.G. adoptó el tradicional aire desenvuelto que tan irritante resultaba para un<br />

oficial espacial, como la tradicional arrogancia de éste molestaba a los colonizadores<br />

Preguntó:<br />

—¿Qué razón tiene para ponerse al habla conmigo, comandante Lisiform?<br />

El comandante aurorano tenía un acento exagerado que era posible que lo considerara<br />

tan formidable como D.G. consideraba su barba. D.G. encontró agotador intentar penetrar<br />

el acento y comprenderle.<br />

—Tenemos entendido —respondió Lisiform— que lleva a bordo una ciudadana<br />

aurorana, llamada Gladia Solaris. ¿No es así, capitán Baley?<br />

—La señora Gladia se encuentra, en efecto, a bordo de esta nave, comandante.<br />

—Gracias, capitán. Mi información me lleva a suponer que van con ella dos robots de<br />

fabricación aurorana, R. Daneel Olivaw y R. Giskard Reventlov. ¿No es así, capitán?<br />

—En efecto.

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