ig<strong>no</strong>rancia y silencio que se ha mantenido y se mantiene en tor<strong>no</strong>a esta especie de holocausto hidráulico del siglo XX (como suelellamarlo el profesor Martínez Gil). Hablar de «entre cuarenta yochenta millones» equivale a reco<strong>no</strong>cer que <strong>no</strong> sabemos ni hemosquerido saber. Estamos por tanto ante el drama de la invisibilidadde las víctimas.Durante las últimas décadas, la reacción, cada vez más activay masiva de las poblaciones afectadas, ha ido rompiendo el amplioconsenso social que ha mantenido esa mordaza de silencio, másallá de la represión directa (que en ocasiones ha sido y sigue siendobrutal).A<strong>un</strong>que la casuística es muy diversa, en la mayoría de los casos<strong>no</strong>s encontramos con poblaciones rurales pobres, en muchos casoscom<strong>un</strong>idades indígenas, con muy escaso poder político, marginaleso fáciles de marginar, en principio. Para esas com<strong>un</strong>idades, enmuchos casos, lo que está en juego <strong>no</strong> son propiamente <strong>derecho</strong>ssobre el <strong>agua</strong>, si<strong>no</strong> el territorio mismo en el que habitan. En zonasde montaña, donde suelen darse las mejores cerradas para las grandespresas, el recurso más preciado y escaso <strong>no</strong> es el <strong>agua</strong> si<strong>no</strong> las tierrashabitables y cultivables del fondo de valle, que acaban in<strong>un</strong>dando losembalses. En estos casos, se pone en cuestión el <strong>derecho</strong> al territorioy a la existencia misma de las com<strong>un</strong>idades. Más allá de compensacioneseconómicas, más o me<strong>no</strong>s ajustadas a precios de mercado oescamoteadas, debe entenderse que <strong>un</strong> pueblo es mucho más que <strong>un</strong>conj<strong>un</strong>to de casas expropiables. Los valores identitarios, culturalesy emotivos en juego, en éstos y en otros muchos casos, llevan hoya considerar el <strong>derecho</strong> colectivo de los pueblos a su territorio y asus ecosistemas naturales, como <strong>un</strong> <strong>derecho</strong> huma<strong>no</strong>, en el debatesobre la llamada tercera generación de <strong>derecho</strong>s huma<strong>no</strong>s que tienelugar actualmente en las Naciones Unidas.De esta forma, el <strong>derecho</strong> de las com<strong>un</strong>idades a la sostenibilidadde los ecosistemas acuáticos y al territorio que sustentan su existencia,son las claves reivindicativas de la movilización social que ha puestocontra las cuerdas las políticas de <strong>agua</strong> que han estado vigentes alo largo del siglo XX. Políticas basadas en enfoques de gestión derecurso y estrategias de oferta, bajo masiva subvención pública, tanineficientes e irracionales económicamente como insostenibles einjustas, social y ambientalmente.20
Con frecuencia, desde los países en desarrollo, se recela de las políticasque promueven a nivel internacional, objetivos de sostenibilidad,al entenderse que encubren operaciones de los países ricospara controlar nuevos recursos naturales. Operaciones que podríanllegar a cuestionar la soberanía de los países en desarrollo sobre suspropios recursos y territorios… Tal temor <strong>no</strong> es inf<strong>un</strong>dado cuando,en <strong>no</strong>mbre del bien de la humanidad, y desde <strong>un</strong> orden m<strong>un</strong>dialregido por las grandes potencias, se intenta imponer políticas dedesnacionalización de patrimonios naturales, al tiempo que se activanfuertes presiones privatizadoras sobre ellos (bosques, tierras,ríos, <strong>agua</strong>s, patrimonios genéticos…).<strong>Sin</strong> embargo, más allá de las maniobras de las grandes potenciaspara acaparar recursos naturales, lo cierto es que los impactosambientales <strong>no</strong> suelen respetar fronteras. En materia de <strong>agua</strong>s, lascuencas hidrográficas y los acuíferos transfronterizos ofrecen marcosterritoriales de gestión natural de los caudales continentales quetambién desbordan las fronteras políticas. En este tipo de cuencasy acuíferos, <strong>un</strong> reto clave a abordar es el de <strong>un</strong>a gestión ecosistémicacompartida, desde adecuados acuerdos y leyes internacionales justas,bajo la garantía de organizaciones supranacionales, cuando me<strong>no</strong>sde carácter regional.Naciones Unidas (NN UU) tiene ante sí el reto de crear institucionesinternacionales que puedan supervisar esa gestión transfronterizacompartida. <strong>Sin</strong> embargo, para que tales instituciones puedan existir,es necesario suscitar <strong>un</strong> orden global multilateral y democrático, delque todavía estamos lejos. Sólo desde <strong>un</strong>as NN UU democratizadas,que globalicen garantías para los más débiles e impongan reglas ylímites justos a las ambiciones de los más poderosos, se puede aspirara promover, desde la mutua confianza, tales instituciones.En todo caso, cuando me<strong>no</strong>s, es necesario que la cuestiónentre en la agenda de los acuerdos e instituciones internacionalesde carácter regional. Tal sería el caso de MERCOSUR, a la hora degestionar conflictos en cuenca internacionales como la surgida enla cuenca del Plata entre Argentina y Uruguay a propósito de laindustria papelera.La UE <strong>no</strong>s ofrece <strong>un</strong> ejemplo muy positivo en este campo. Dehecho, la nueva Directiva Marco de Aguas, aprobada en el año 2000,21
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