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TUTORÍA Y ORIENTACIÓN EDUCATIVA EN LA EDUCACIÓN BÁSICA ALTERNATIVANuestra pasión por aprender, evidente en elcomportamiento de cualquier bebé, es laherramienta de nuestra supervivencia.CARLOS SAGANCuarenta rostros me miran y sé que tengo que entablar una relación distinta con cada uno, un acercamiento sagaz,una manera diferente de abordar cada territorio de emociones que está frente a mí. No son personas, soninterrogantes. No veo gente, veo flores, frutos, metales. Tan diferentes, pero tan homogéneos a la vez. Cada añolos maestros tenemos ante sí un salón repleto de particulares comportamientos.Un salón de clase es una novedad, un ejercicio de paciencia, una dulce justa de emociones que debemos resolvercon iniciativa y buen criterio sin perder la mejor sonrisa. Un salón es un campo de alegría donde no haycombatientes, nadie debe salir herido, pero sí condecorado con el resultado del conocimiento bien adquirido conresponsabilidad.La alegría de sus rostros me da preocupantes y buenas señales, por allí empiezo: descubro en Delia una rosita,preciosa pero con espinas, hay que tener cuidado con esta delicada flor; en el centro del salón, Anita es una grácil ydócil margarita, no voy a tener problemas con ella; dos carpetas a la izquierda está Ernesto, es todo un jacinto y,cuidado, lleva un revólver en el cinto, expansivo y amigable, pero armado hasta los dientes; detrás está Renata, esuna dalia serena, sus pétalos le dan la apariencia de una mariposa en descanso y su mirada mece en paz unos ojosinfinitos.Pero también han llegado frutos. Ricardo es un melocotón, pepón y presumido. María una manzana, colorada ymalgeniada, pero solo en casa, porque en el salón es una reina. Roberto, un plátano, austero, maduro e inteligente.Aníbal, un membrillo, seguro como un pestillo. Esther, una granada de fruta, no de mano, dispuesta a explotarcomo Elena. Arturo, un capulí, sincero y atrevido, difícil de cosechar. Sonia, una naranja, Eleonora su compañera,la exprimidora, le saca el jugo. Alejandro, un tumbo enredado a Baltazar que funge de sauce, cómo se ayudan,aprenden como un regimiento de posibilidades.El grupo de arvejas que parece no entender nada, a fin de mes, cuando responden a mis preguntas, están tanmaduras y felices que explotan al contacto de difíciles interrogantes, Karen, Olga, Marisol, Rebeca, Eliana, Nadia,Yessica, Consuelo y Karina pertenecen a este dehiscente grupo que sin aspavientos comprende en silencio lautilidad del aprendizaje.Los rojos tomates dispuestos para el jugoso tallarín son: Óscar, Irineo, Almanzor, Walter y Amador, listos a cambiarde color, cómo se esfuerzan. Cuando no saben una respuesta se ponen pálidos, piden otra oportunidad, quesiempre obtienen. Orondos y colorados de contento se pasean al ver sus altas notas azules.Salto de alegría cuando detecto los infaltables cocos que siempre son prueba de fuego inobjetable, a veces mehacen dudar y trastabillo, pero los cocos son la verdadera razón del maestro, por ellos estoy con un machete cuyofilo está lleno de experiencias educativas. Con los cocos repito y no hay avance, cambio de táctica, vuelvo apreguntar y tampoco hay respuesta, invento una nueva interrogante, de pronto salta algo, queda una muesca y elfruto reacciona, pero todavía no se muestra.Enfrento esta experiencia con decisión y alegría. Hago cuadros especiales, dibujo, les alcanzo tareas sencillas quevan por el mismo camino y todo esto sin dejar de atender al resto, porque un salón jamás debe ser dividido. Ladivisión fragmenta y si el resultado se astilla no es bueno.No pierdo iniciativa, atento a sus avances empujo mi cargamento de cocos que de tanto insistir me muestrandebajo de su dura cáscara una sensible piel marrón, sigo bregando y salto como gimnasta cuando brota agua de(29) Extraído de Quiroz Cisneros, Esteban (2007). Pizarra de Aire. Reflexiones sobre Educación Rural y Cultural. Lima: Lluvia Editores. pp. 23-2789