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capítulo iv. siglo xixCuriosamente otro personaje que duró muy poco como mandatario fue JoséJoaquín de Herrera, pidió en su segundo periodo presidencial (1844-1845) que losregidores informaran por escrito, los días catorce y veinte de cada mes, cómo se encontrabanlos cuarteles en cuanto a limpia, caños abiertos, calles, plazuelas y muladares,junto con su ubicación con toda claridad.La preocupación por el cuidado de la urbe prácticamente no se interrumpía, apesar de los constantes conflictos políticos. Durante la administración de ParedesArrillaga (enero-junio de 1846) la Comisión de Limpia emitió un reglamento aprobadopor el Ayuntamiento en mayo de 1846, en el que los concesionarios debíansujetarse en orden, tiempo y economía para el cumplimiento de los itinerarios y puntosde descarga, a fin de brindar un buen servicio al público. En dicho documentose indicaba el número de vehículos, los horarios, los lugares de captación, el númerode paradas, el acarreo nocturno, las multas, el personal, las formas de limpia, el desazolvede caños, y las restricciones y obligaciones del contratista, además de rutas,sectores y un número de carretones para cada uno. El documento se publicó en losperiódicos El Tiempo y Diario de Gobierno, y se difundió a través de avisos públicospegados en las paredes de las calles más céntricas.La labor del Ayuntamiento se interrumpió constantemente hasta la segunda administraciónde Peña y Peña (enero-junio 1848), quien al darse cuenta de la grancantidad de basura frente a las casas y de que, tras la invasión norteamericana muchagente se dedicaba a la “pepena”, configuró una comisión especial para que resolvierael problema. La respuesta fue proponer cuatro puntos fuera de las garitas paraestablecer tiraderos que se subdividirían en tres partes destinadas a basura seca, inmundiciasmojadas y animales muertos, respectivamente. Cada uno estaría bajo lavigilancia de dos guardas para la descarga de los carretones que cuidarían la quemadiaria de basuras secas. Respecto a los muladares, habría que limpiarlos a la “mayorbrevedad posible”.Durante la administración retomada de José Joaquín de Herrera (junio de1848-enero de 1851) los únicos tiraderos que había eran conocidos como el de laViña y el del Caballete, que resultaban insuficientes, por lo que el Ayuntamientodispuso trasladarlos a lugares más lejanos de la ciudad.Nuevamente José Joaquín de Herrera procuró atender cualquier queja que pudieradesprestigiar al Gobierno, por lo que la Comisión de Policía convino con el gobernadordel Distrito, en febrero de 1849, ubicar nuevos tiraderos para la limpia diurna enla calzada de la Piedad y del Niño Perdido, ya que dichas calzadas dejaban de ser transitablesde julio a septiembre por la abundancia de lluvias, además de que, por no ser337

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