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capítulo i. siglo xvilas cuales consistían en un carretón corto y de dos ruedas, a base de tablones y jaladopor una acémila; sobre la plataforma se colocaba un tonel de gran capacidad sostenidopor tirantes angulares de mecate. En determinados días de la semana, después del atardecer,se anunciaba con campana, y los habitantes salían a vaciar en el contenedor lasexcretas provenientes de unos bacines llamados “dompedros”. La “pipa” salía de la ciudadcon la carga depositada y dejaba en su trayecto una estela de excremento que se acumulabaen mayor cantidad en la entrada y salida de los puentes urbanos que cruzabanlas acequias. Ese líquido pestilente quizá fue una de las causas de las epidemias de tifoy de la proliferación de piojos y pulgas que asolaron a la urbe a partir de esa centuria.Conforme la urbe crecía, en igual proporción aumentaba el número de habitantes,y con ello la pobreza, las enfermedades y las ocupaciones. De estas últimas,las más afectadas fueron las que giraban en torno al agua, como las tenerías, que seextendieron casi exponencialmente hacia el norte, las teñidoras de textiles (conocidascomo tintorerías), las nixtamaleras (hacia la zona de Tepito y col. Morelos) y lasprocesadoras de harina (hacia la zona de Coyuya).Una ocupación que se desarrolló como resultado de abundantes enfermedades yde los centros de atención fue el lavado de ropa proveniente de hospitales, en su mayoríaaltamente infectada especialmente por sangre y excretas. Esta actividad corría acargo de una población indígena carente de trabajo. A fin de combatir esta prácticaque alteraba el abasto hidráulico se estableció, bajo una nueva forma empresarial, elservicio privatizado de lugares destinados a la limpieza de ropa doméstica, cuya presenciase volvió común en ciudades, villas e incluso haciendas, siempre en el marcode la infraestructura hidráulica.En cuanto a las enfermedades que empezaban a convertirse en endémicas, suterapia y, hasta cierto punto, el aseo se centraron en los antiguos temazcales prehispánicosa los que muy rara vez se les llegó a llamar baños; se prefería conservar sunombre nativo al igual que su uso en las poblaciones circunvecinas de la ciudad capital.Esta ansia de limpieza y de terapia contribuyó en gran medida al arrasamiento deárboles, ya que por cada individuo que utilizara el temazcal se requería una carga deleña, o sea, 30 kg aproximadamente.Modernizar la ciudadHacia la última década del siglo, la tendencia al alza de la infraestructura urbana de laclase media se detuvo, pues la inflación había encarecido los materiales de construcción,como la madera, la piedra y la cal. Ante esta situación, el Ayuntamiento se vio95

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