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Sistema Colombiano de Formación de Educadores y Lineamientos de Política<br />
Dentro y fuera del sistema prima el establecimiento de un lenguaje común que permita la comunicación<br />
con códigos de significación que den coherencia al flujo de información que alimenta al sistema,<br />
sus unidades, sus interacciones y, por ende, su funcionamiento.<br />
Pensar la formación de educadores como sistema complejo implica reconocer su dinámica, sus interacciones.<br />
Es fijar la mirada en la fluidez de la información que lo permea y, en consecuencia, en lo<br />
que se considera válido en la formación de educadores para el país. Todo ello, de cara a enfrentar los<br />
retos de la educación con poblaciones diversas, en contextos diferenciados y con las exigencias de<br />
la sociedad del conocimiento. Esto es, visibilizar las instancias formadoras, sus acciones y sus procesos,<br />
en los diferentes niveles y lugares.<br />
Al concebir el sistema es necesario precisar aquellos aspectos que posibilitan la comunicación e interacción<br />
en la formación de los educadores, al igual que los elementos contradictores que generan<br />
confrontaciones, intermitencias y tensiones. Se requiere ver el sistema y reconocer su dinámica para<br />
detectar lugares de movilidad o ruptura que el mismo sistema reconfigura, en su dinámica, como resultado<br />
de la interferencia entre unidades u otros sistemas que lo determinan. Así, las políticas, el sistema<br />
educativo, las decisiones e interpretaciones de las normas y regulaciones, los recursos, las instituciones<br />
y los sujetos componen dinámicas particulares que vinculadas entre sí conforman el sistema.<br />
La implicación de las distintas facetas de la formación de educadores admite considerar el conjunto de<br />
otros elementos intervinientes relacionados: los aspectos sociales, culturales, normativos, educativos,<br />
emocionales, afectivos, económicos, políticos e históricos, entre otros. De esta manera, se visualizan<br />
las múltiples dimensiones que entretejen las relaciones, explicaciones y vinculaciones o rupturas propias<br />
del sistema.<br />
Formación<br />
Es frecuente reconocer la formación como un proceso asociado a la enunciación del sujeto, que se<br />
constituye en la continua interacción con otros y con el entorno. Hace alusión a la construcción de<br />
subjetividades e inter subjetividades con primacía de la complementariedad y la interdependencia. Se<br />
adopta entonces una perspectiva que relaciona estructuras (sistema) con subjetividades y acciones<br />
sociales y que pone en principio acento principal en el sujeto educador y su praxis, de tal manera que<br />
el educador se observa y se asigna no solamente como agente transformador sino como creador de<br />
significados. En esta medida, el concepto de subjetividad se vincula como un proceso que da sentido<br />
al ejercicio docente. Este proceso trata de articular la cultura, entendida como significados acumulados,<br />
lo social como contexto de acción y cambio, y la disciplina como espacio de acción, reflexión e<br />
innovación. La formación es entonces una dinámica, un proceso que cobra sentido, en la configuración<br />
general del sistema educativo (De la Garza, E., 2000).<br />
La formación no admite la fragmentación de la experiencia educativa. Por lo tanto, no se limita a un<br />
ejercicio académico o instrumental como simple transmisión de conocimientos. Frente a esto, Mejia<br />
(<strong>19</strong>96) citado por Paniagua (2004) señala que: “…se corre el peligro de plantear la solución de la crisis<br />
de la educación como si fuera una simple articulación entre educador y resultados, donde el primero