Ruy Pérez Tamayo – ¿Existe el método científico?
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VIII.4, PAUL FEYERABEND<br />
Mi intención no es reemplazar un juego de reglas generales por otro; más bien mi intención es<br />
convencer al lector de que todas las metodologías, incluyendo a las más obvias, tienen sus límites. La<br />
mejor manera de mostrar esto es demostrar no sólo los límites sino hasta la irracionalidad de algunas<br />
reglas que él o <strong>el</strong>la (los empiristas) posiblemente consideran como básicas... Recuérdese siempre que<br />
las demostraciones y la retórica utilizadas no expresan alguna "convicción profunda" mía.<br />
Simplemente muestran lo fácil que es convencer a la gente de manera racional. Un anarquista es como<br />
un agente secreto que le hace <strong>el</strong> juego a la razón para debilitar su autoridad (y la de la verdad, la<br />
honestidad, la justicia, y así sucesivamente).<br />
Siguen siete capítulos repletos de observaciones penetrantes, agudas, extensamente documentadas y<br />
sistemáticamente iconoclastas, prueba definitiva de que Feyerabend no sólo es un anarquista sincero sino que<br />
además es un dialéctico formidable y un polemista temible. En varios apéndices y capítulos ulteriores repasa los<br />
trabajos de Galileo en r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong> esquema de Copérnico y sugiere que Galileo triunfa no por sus argumentos<br />
<strong>científico</strong>s sino por su estilo literario, por sus artes de persuasión, porque escribe en italiano en vez de hacerlo en<br />
latín, y porque se dirige a un público opuesto temperamentalmete a las ideas antiguas y a los patrones d<strong>el</strong><br />
conocimiento asociados a <strong>el</strong>las. Después de otros capítulos más, en donde propone abolir la distinción entre los<br />
contextos de descubrimiento y de justificación, entre los términos teóricos y los observacionales, entre la ciencia y<br />
la mitología, y en donde además critica duramente los esquemas de Popper y de Lakatos, termina con una última y<br />
sonora andanada que él mismo resume como sigue:<br />
Por lo tanto, la ciencia está más cerca de la mitología de lo que la filosofía de la ciencia estaría<br />
dispuesta a admitir. Es solamente una de las muchas formas de pensamiento desarrolladas por <strong>el</strong><br />
hombre, y ni siquiera necesariamente la mejor. Es conspicua, ruidosa e impúdica, y además sólo es<br />
intrínsecamente superior para aqu<strong>el</strong>los que se han decidido previamente a favor de cierta ideología, o<br />
que la han aceptado sin antes examinar sus ventajas y sus límites. Y como la aceptación o <strong>el</strong> rechazo<br />
de ideologías debe ser un asunto individual, la separación d<strong>el</strong> Estado y la Iglesia debe suplementarse<br />
con la separación d<strong>el</strong> Estado y la ciencia, que es la institución r<strong>el</strong>igiosa más reciente, más agresiva y<br />
más dogmática. Tal separación podría ser nuestra única oportunidad de alcanzar la humanización de<br />
que somos capaces pero que nunca hemos realizado en su totalidad.<br />
Tres años más tarde (1978) Feyerabend publicó su libro La ciencia en una sociedad libre, que consta de tres<br />
partes: la primera son comentarios sobre algunos aspectos de Contra <strong>el</strong> <strong>método</strong> que se le habían quedado en <strong>el</strong><br />
tintero, la segunda es la extensión lógica de sus ideas sobre <strong>el</strong> anarquismo <strong>científico</strong> y <strong>el</strong> "todo se vale"<br />
metodológico, que termina con sus fascinantes notas autobiográficas, y la tercera es una colección de respuestas a<br />
algunas revisiones críticas de su libro Contra <strong>el</strong> <strong>método</strong>. De esta última parte sólo diré dos cosas: la primera, se<br />
llama Conversaciones con iletrados, y la segunda, es un despliegue espléndido pero despiadado d<strong>el</strong> extraordinario<br />
talento dialéctico de Feyerabend.<br />
Pero ya hemos dicho demasiado acerca de las ideas y <strong>el</strong> estilo de Feyerabend y es tiempo que revisemos algunas de<br />
las críticas que se les han hecho a las primeras. Sin embargo, voy a citarlo textualmente por última vez, tomando<br />
una parte d<strong>el</strong> párrafo con <strong>el</strong> que concluye sus reflexiones autobiográficas. Dice así:<br />
Quedan dos opciones. Podría empezar a participar en alguna tradición e intentar reformarla desde<br />
dentro. Creo que esto sería importante. Los tiempos en que los Grandes Cerebros se asociaban con los<br />
Grandes Poderes de la sociedad para dirigir las vidas d<strong>el</strong> resto, aun de la manera más gentil, se han ido<br />
extinguiendo (excepto en Alemania). Cada vez más civilizaciones suben al estrado de la política<br />
mundial, cada vez se recuperan más tradiciones de los pueblos que forman <strong>el</strong> hemisferio occidental. El<br />
individuo puede participar en esas tradiciones (si lo aceptan) o callarse la boca, lo que no puede hacer<br />
es dirigirse a <strong>el</strong>las como si fueran estudiantes en un salón de clases. Yo he sido un miembro algo<br />
errático de una tradición seudocientífica desde hace demasiado tiempo, de modo que podría tratar de<br />
estimular desde dentro las tendencias con las que simpatizo. Esto estaría de acuerdo con mi<br />
inclinación a usar la historia de las ideas para explicar fenómenos que me intrigan y para experimentar<br />
con formas de expresión distintas de la prosa escolástica para presentar o exponer ideas. Pero no tengo<br />
mucho entusiasmo por tal trabajo, especialmente porque pienso que campos como la filosofía de la<br />
ciencia, o la física de las partículas <strong>el</strong>ementales, o la filosofía ordinaria d<strong>el</strong> lenguaje, o <strong>el</strong> kantismo, no<br />
deberían reformarse sino que debería permitirse que murieran su muerte natural (son demasiado caros<br />
http://omega.ilce.edu.mx:3000/sites/ciencia/volumen3/ciencia3/161/htm/sec_53.htm (3 of 5)01-11-2004 10:50:17