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2º AÑO DE CONFIRMACIÓN - Catequesis Familiar Salta

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“y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido<br />

derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado”.<br />

(Rom. 5,5).<br />

Estos son los nuevos creyentes que necesita el hombre que vive la ausencia de<br />

Dios. Y sufre. Y se desespera. Que siente ansiedad, depresión y angustia.<br />

Necesitamos creyentes fuertes y decididos que hagan presente a Jesús ente los<br />

hombres. Necesitamos creyentes que den razones de su fe y esperanza.<br />

La Iglesia crece en el mundo y con nuestra ayuda seguirá creciendo.<br />

Tanta fuerza tuvo la primera comunidad, que fue extendiéndose por todo el<br />

mundo. Y así comenzaron a nacer otras comunidades, en otras regiones, que estaban<br />

dispuestas a vivir siguiendo el ejemplo de esta primera comunidad. ¡Ellos querían vivir<br />

animados por el Espíritu Santo! Y fueron surgiendo cristianos en Corinto, en Filipo, en<br />

Tesalónica, en Galacia, en Roma, en Efeso…y hasta los confines del mundo.<br />

Y no era tarea fácil cambiar el mundo y salir a anunciar por todas partes el<br />

mensaje de amor que les había dejado Jesús. Desde el principio se encontraron con<br />

dificultades, algunas surgían del interior del propio grupo: envidias, rivalidades,<br />

divisiones. Y otras que venían desde afuera: incomprensiones, persecuciones,<br />

muerte…<br />

Así nació la Iglesia. En medio de dificultades, a pesar de las persecuciones.<br />

Había algo misterioso que la mantenía unida, que la ayudaba a crecer y a expandirse,<br />

que la hacía fuerte en las pruebas y en la dificultad: era el Espíritu Santo que estaba<br />

en ella, la santificaba y la conducía en el amor y la unidad.<br />

La Iglesia es asunto de todos: Algunos piensan: “habría que comenzar por<br />

hacer “practicantes” a aquellos que se proclaman católicos”. Es muy fácil<br />

decirlo…Otros, algo maliciosos, dicen que habría que hacer verdaderamente cristianos<br />

creyentes a aquellos que son practicantes…Fuere lo que fuere, no hay dudas de que<br />

un cierto número de los cristianos practicantes está compuesto por personas altamente<br />

comprometidas en la vida de la Iglesia, y sin duda y gracias a Dios este grupo va<br />

aumentando.<br />

Pero ¿cuántos son los católicos resignados, atrapados por las preocupaciones<br />

diarias? Parece a veces como si hubiesen cloroformado su ideal cristiano para no sufrir<br />

demasiado. Han llegado a ser “Clientes de la Iglesia”. No forman parte activa de la<br />

comunidad. Llegan a la Iglesia como se llega a un supermercado. Durante la misa<br />

están sentados como delante del televisor, esperando que el “espectáculo” sea<br />

interesante o termine pronto…No es asunto de ellos.<br />

Otros, durante algún tiempo, procuran actuar, luchar, pero luego, no pudiendo<br />

cosechar los frutos de su trabajo en seguida, emprenden la retirada. Algunos de ellos<br />

se transforman en amargados críticos. A veces llegan a denigrar y querer desanimar a<br />

aquellos que continúan con el trabajo y que no quieren bajar los brazos. ¡Resulta más<br />

fácil demoler que construir y arrimar el hombro!<br />

En otros se constata un contraste evidente entre lo que confiesan con la boca y lo<br />

que viven…<br />

Todos somos responsables de la Iglesia: Es una verdad: La Iglesia no será<br />

viviente si ella no se transforma en una verdadera comunidad de creyentes donde<br />

cada uno se sienta y quiera ser responsable.<br />

“Desde una cordial relación hacia cada hermano y hermana, los cristianos<br />

aceptamos vivir en fraternidad cuando oramos juntos, dialogamos, trabajamos,<br />

compartimos fraternalmente y planificamos. Esta espiritualidad de comunión nos<br />

permite valorarnos unos a otros de corazón y apreciar la riqueza de la unidad en la<br />

diversidad de vocaciones, carismas y ministerios. Y cuando caemos en la tentación de<br />

hacernos daño ella nos mueve a optar una vez más por la reconciliación.<br />

En un mundo donde reina la competencia despiadada, que a veces nos contagia,<br />

los cristianos sentimos el llamado de Dios a hacer juntos el camino, a buscar las<br />

coincidencias y superar los desencuentros para convivir como hermanos. De este<br />

modo podremos ser testigos de Jesucristo en nuestra patria y ofrecer el signo del amor<br />

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