2º AÑO DE CONFIRMACIÓN - Catequesis Familiar Salta
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El Padre está vuelto hacia el Hijo, su Hijo bienamado, en quien se complace. A la<br />
vez, su cabeza vuelta hacia el Espíritu significa que el Padre confía a éste su misión: la<br />
de guiar al Hijo a lo largo de su vida terrena y la de asistirlo muy particularmente en la<br />
misión que lo llevará a la cruz. La mirada serena y firme del Espíritu, dirigida al ángel<br />
de la derecha, le está diciendo al Hijo que lo sostendrá a lo largo de su itinerario de<br />
anonadamiento, de “Kénosis” (Flp 2, 6 – 11). Observemos cuánta bondad y fortaleza<br />
emanan de su rostro.<br />
Completando el silencioso coloquio, la mano derecha del Padre y la del Espíritu<br />
se dirigen hacia el Hijo y hacia la copa, realizando un gesto de bendición que, por la<br />
postura de los dedos, simboliza el nombre del Señor. Los dos designan a Cristo y son<br />
garantes de su misión, dan testimonio de él.<br />
Se puede decir, entonces, que el Padre habla del Hijo al Espíritu, y que ambos<br />
dan testimonio de que es el Enviado, incluso y sobre todo en la Pasión, anunciada en<br />
la copa. La Trinidad se dice a sí misma hablando de la Encarnación del Hijo y de su<br />
obra de Redención.<br />
En definitiva, Roublev nos muestra a las tres Personas divinas ocupadas no en sí<br />
mismas, sino en el hombre; nos muestra a un Dios servidor del hombre, un Dios<br />
infinitamente compasivo; un Dios que quiere, en el Hijo, compartir el sufrimiento del<br />
hombre. La copa sobre la mesa está en el Corazón de los tres ángeles. Y esa mesa,<br />
que es un altar, aparece abierta del lado del espectador, como si la copa nos fuese<br />
ofrecida: es necesario tomar la copa eucarística para entrar en el Misterio de Dios. “Si<br />
no beben la sangre del Hijo del Hombre no tendrán vida en ustedes” (Jn 6,53).<br />
El icono de Rublyov: Nos muestra a las tres personas en comunión recíproca.<br />
Viven el uno para el otro, el uno con el otro. Un niño, viendo esta imagen, exclamó:<br />
Cuánto se quieren estas tres personas que están en la imagen!”. Son una mesa<br />
abierta para todos. La Trinidad sale de si para mostrarnos su amor. Y nosotros somos<br />
invitados a entrar en esa comunión. Con bastones de peregrinos se acercan a<br />
nosotros. A nosotros nos toca pasar de ser meros espectadores ausentes, a felices<br />
participantes de su misterio. “Por medio de Cristo tenemos acceso, en su solo Espíritu,<br />
al Padre”. (Ef. 2, 18).<br />
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