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el estigma del crucificado en sus palmas impías, con las<br />
que solía profanar la hostia, en aquellos domingos en que<br />
era obligado a comulgar en la iglesia, cuando la sustraía,<br />
aparentando tragarla para escupirla sobre el paliacate,<br />
para consumar con ella degradaciones sacrilegas en tm<br />
rincón del patio español de su vieja casa.<br />
Mas Diego Blanco observó el mar con aparente firmeza<br />
con sus ojos achinados, que temían el viaje en un<br />
velero, no dando mayor importancia a lo que creyó podría<br />
ser el residuo de las agruras que por varios días le<br />
produjo aquél tesmole hecho con carne de gallo. Así<br />
se permitió dar órdenes imaginarias a los marinos, en su<br />
mayoría negros y mulatos, como "pongan banderas en la<br />
jarcia mayor de gavia", o bien, "echen al mar las resmas<br />
de papel y los quintales de hierro que traemos como lastre",<br />
según especuló lo hacía el gentil Laurent de Graff al<br />
avizorar ima presa en el horizonte. En la mañana, cuando<br />
se divisó el verde cegador de Pitiguao con sus playas<br />
áureas, Diego desconfió de las gaviotas que sobrevolaron<br />
al fudith. Algo en sus ojos le recordó la mirada sanguinolenta<br />
de las palomas que descubrió una tarde en la<br />
Plaza Mayor de Córdoba.<br />
Apenas desembarcó, se dirigió a su nueva residencia.<br />
Pensó que sería un palacete tropical de tipo francés, o<br />
bien, lo que le agradaba más, una mansión amplia como<br />
el casco y las casas estilo español-antillano que había<br />
visto en Fortín, al ser invitado a la quinta Las Ánimas.<br />
Tuvo algunos problemas para darse a entender, pues en<br />
Pitiguao, pese a que la ineficiente Armada de Barlovento<br />
destruyera los refugios piratas en esa isla, como en<br />
Guaricos y Tortuga, se hablaba creóle.<br />
A señas se dio a comprender, pero antes de empeñarse<br />
en penetrar en el laberinto del albacín de Pitiguao, barrio<br />
donde se encuentra su propiedad, se detuvo en una<br />
taberna donde no se le ocurrió pedir más que ron (suspirando<br />
por sus menjules). De forma extraña distinguió<br />
entre los meseros de la barra, vestidos con filipinas<br />
astrosas, la figura feminoide del gallego Constando, sólo<br />
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