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Así, llegó -por los efectos secundarios de la yerba<br />
tibetana-a extrañar a la curandera, pese a que no le acabó<br />
de gustar la idea de tener que tomar más odres de<br />
kumys. En el atardecer, cuando la algarabía de los indomables<br />
zaparogos resvátaba insoportable, estimvilada por<br />
los ríos de vodka que habían corrido en el campamento,<br />
el retumbar incesante del ruido en su cabeza y la pérdida<br />
de la vista que fluctuaban parecieron doblegar su espíritu,<br />
harto ya de una existencia valetudinaria. AI dormir<br />
tuvo una revelación que lo liberó de sus pesares, como si<br />
fuera im bálsamo milagroso: unos ojos verdinegros, una<br />
cabellera larga y sedosa, irnos hombros blancos y delicados;<br />
en esa mujer desconocida intuyó que se encontraba<br />
el remedio de su impaciencia, un viaje definitivo en<br />
su vida y el temple necesario para no desmoralizarse<br />
de su salida del cuerpo de caballería cosaco.<br />
Al amanecer sobre el campo, mientras, roncaban a pierna<br />
suelta los fornidos zaparogos, creyó distinguir en el<br />
azul clarísimo la cruz teutónica, el águila bicéfala del imperio<br />
del zar y xm sello misterioso que parecía llamarlo al<br />
desierto del Gobi, (los popes, con sus ojos legañosos,<br />
únicamente observaron desde las ventanas redondas de<br />
la iglesia un cielo despejado). Expulsado finalmente<br />
de la caballería cosaca, emprendió un viaje a las extrañas<br />
tierras que se le habían mostrado en sueños, acompañado<br />
por su perro de caza Misha.<br />
En su marcha a la antigua Mongolia, Ungern-<br />
Stemberg no dejó de añorar la briosa existencia cosaca,<br />
arrepintiéndose de que su temperamento lo hubiese<br />
conducido a tomar demasiado en serio la broma de un<br />
zaparogo, como si ignorara que el alma cosaca es una mar<br />
tempestuosa y que sus expresiones estaban muy lejos de<br />
la urbanidad de la escuela de cadetes de San Petesburgo.<br />
Sin embargo, su práctica del za-zen y de ejercicios tántricos,<br />
lo protejieron de "el castigo que sigue a la culpa<br />
como la sombra al cuerpo" para creer en la ley del karma.<br />
Durante las noches en que acampaba, luego de dar el<br />
pienso a su caballo blanco y gruesos trozos de carne a<br />
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