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de tierra, el exteriso mapa de Nuevo México fijando sus<br />
límites sobre la piel mágica de los cíbolos. Los jefes indios<br />
adivinaron en el capitán una inspiración superior, y<br />
los novohispanos escucharon atónitos los nombres de<br />
Colorado, Nevada, Utah, Arizona... Como si Oñate hubiese<br />
fumado punche. Al tiempo que pronunciaba<br />
nombres nimca oídos, se reflejó en su armadura el rayo<br />
del argento de Corazón de León, la estrella que creyó ver<br />
fray Juan de Santa María antes de su sacrificio.<br />
Durante la noche, un extraño fulgor se desprendió del<br />
retrato del fraile martirizado, lo que provocó que se celebrasen<br />
misas en acción de gracias. El capitán Juan de<br />
Oñate se alejó de los centinelas que guardaban Puaray,<br />
para seguir el sendero que cruzó el misionero. Supo que<br />
vería el triunfo de las armas en Acoma; que el poeta<br />
Gaspar de Villagrán escribiría cantos dedicados a la<br />
conquista de Nuevo México; que llegaría a Quivira<br />
entrando por Wichita, Kansas; que Nueva España se extendería<br />
más allá de los nutridos rebaños de cíbolos. Nadie<br />
se explicó cómo el capitán se adelantó a la fugaz gloria<br />
de los reinos humanos predestinados a desmoronarse.<br />
Por su parte. Popé trató de realizar en territorio tehua hechizos<br />
navajos. Mas.el espíritu del desierto no atendió a<br />
sus llamados como si el viento y el polvo no pudiesen sofrenar<br />
por más tiempo la salvación de las almas.<br />
Al retomar a su campamento, miró a Corazón de León<br />
por el camino donde brillaba un hilo de plata. El resplandor<br />
lo hizo comprender que los jefes indios, rendirían<br />
vasallaje al rey, mas no a sus ejércitos y estandartes, sino<br />
a la ruta que descubrió el fraile marcada por los astros<br />
sobré la inmensidad del desierto. No ignoró que su destino<br />
sería infausto, pues su hazaña mereció la pobreza<br />
y el olvido. Así llegó a donde se guardaba el retrato de<br />
fray Juan de Santa María, el capitán se quitó el casco y<br />
se postró bajo la tenue luz de la luna. En una choza cubierta<br />
por pieles de cíbolos, Popé fumó punche queriendo<br />
interpretar las volutas que dibujaban el rostro sanguinolento<br />
de su concubina, al que se sobrepondría, el del mi-<br />
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