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EL HÚSAR NEGRO

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Lleno de sí mismo, satisfecho de su letra minuciosa, escribano<br />

perfecto de im reino decadente, Bartolomé, quien<br />

seguiría mirando sobre los rostros idiotizados de los virreyes<br />

el ideograma de ébano, inclinado im poco a la avaricia,<br />

con una barba que le serviría para embozar sus<br />

intenciones, se sintió muy por encima no sólo de los pobres<br />

caballeros de capa y espada, eternos buscadores<br />

de penurias, sino de los propios marinos como el autor de<br />

Instrucción náutica para navegar. Apoltronado en su<br />

buró podria decidir el destino que se le había negado a los<br />

intrépidos.<br />

En un gesto de despilfarro que anunciaba su nueva condición,<br />

mandó a adquirir de Madrid tres nuevas pelucas.<br />

Tomó más rapé del acostumbrado, al punto de que sus<br />

estornudos provocaron suspicacia en el Palacio de los virreyes.<br />

En ocasiones, con pretextos piadosos como peregrinaciones<br />

y retiros pasó varios días en su finca<br />

sanangelina. Ocupando el tiempo hurtado a sus deberes<br />

en llamar a su cuarto a la sirvienta, para que ésta barriera<br />

un polvo inexistente que veía en las sombras de los<br />

cofres; haciendo que pasara la escoba por los rincones,<br />

que volviera a lavar el piso; preparando así, inadvertidamente,<br />

el ejercicio de su creencia, el poder abisal de su<br />

fe aunque la mulata, cimbreando la cintura o agachándose<br />

para acentuar más las redondeces que se dibujaban bajo<br />

la falda de colores rojos, alegó con un leve mohín que<br />

"no hay polvo ni naa, sólo cosquillas del señor". Con un<br />

ojo a la mulata y otro en las Sergas de Esplandián, pensó,<br />

que en las aventuras del hijo legítimo de Amadís, había<br />

encontrado una clave secreta que sólo él podría<br />

cabalmente aprovechar. Leyó: "Sabed que a la diestra<br />

mano de las Indias, hubo una isla llamada California,<br />

muy llegada a la parte del Paraíso Terrenal, la cual fue<br />

poblada de mujeres negras, (imaginó las nalgas de ébano<br />

de su fámula) sin que algún hombre entre ellas hubiese,<br />

que así como las amazonas era su manera de vivir".<br />

En esos días de entrenamiento de su flaca voluntad, se<br />

permitió pedir algún lechoncillo que diera im poco más<br />

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