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EL HÚSAR NEGRO

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videncia; el reparto de tres onzas y medias de oro a la<br />

tropa que lo iba a fusilar; su última recomendación al fiel<br />

húsar: "Beneski, reconcilíate con Dios Todopoderoso".<br />

Desde su celda, situada a irnos 60 pasos del sitio de la ejecución,<br />

Beneski gritó reclamando su muerte, exigiendo<br />

ser fusilado junto con el Emperador y en su desesperación,<br />

miró la nube violeta que oscureció el sol en el momento<br />

de la descarga y escuchó el grazrúdo lúgubre de la<br />

lechuza que anunció la muerte.<br />

Beneski, quien por su fidelidad a la causa imperial sería<br />

cuatro veces encarcelado, tres veces sujeto a la orden<br />

de deportación y por cuya vida abogó el barón von Humbolt,<br />

saldría al exiüo conducido a Nueva Orleans. Allí<br />

esperó mejores tiempos sin saber que las runas se cumplirían<br />

implacablemente. En una taberna que estableció<br />

cerca de los muelles, reencontró a la espía italiana, quien<br />

había renunciado con grave peligro de su vida al rito<br />

yorkino y a su siniestra influencia sobre México, luego de<br />

que abandonó al húsar negro cuando todo era confusión<br />

y las lealtades más férreas se quebrantaban para dejar solo<br />

al Emperador frente al infortunio. Afectada por el vómito<br />

negro que contrajo en la costa, dedicó sus últimas fuerzas<br />

a servir a Beneski, con esa pasión incontenible que<br />

había tratado en vano de erradicar, huyendo inútihnente<br />

de lo mejor de sí, de los colores luminosos de su alma.<br />

Una banda de músicos negros que tocaban el banjo,<br />

acompañó el ataúd de Clareta Borghese hasta el cementerio<br />

que daba al mar. Fue sepultada en tierra sagrada y<br />

Beneski perdió a su caudillo y al amor de su vida entre<br />

los dolores que le imponía el cumplimiento de su destino.<br />

Retomó entonces a su patria adoptiva, puesto que los<br />

informes sobre la sublevación de los téjanos eran cada vez<br />

más alarmantes.<br />

Posteriormente, formó parte del estado mayor del ge<br />

neral Antonio de Santa Anna, convencido de que la insurrección<br />

de los traidores téjanos era mucho más peligrosa<br />

que la fallida invasión del brigadier Barradas, contra<br />

la que había luchado al lado del muy voluble e histrióni-<br />

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