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f ecía mientras el barón expulsaba a los invasores chinos,<br />
siendo proclamado por los mongoles Khan déla Guerra<br />
{Kan-Chian-Chun). En su tienda ondearía el estandarte<br />
con las nueve colas del yack, símbolo de su condición.<br />
Ungem-Stemberg había pasado prodigiosamente de la<br />
juventud a la madurez, retirándose a los montes Altai,<br />
donde practicó ejercicios de concentración en la nieve,<br />
meditando en largas marchas por el bosque. Kutuktu<br />
recibió una petición expresa de la Emperatriz Alejandra<br />
para que el barón cumpliera una misión muy importante<br />
en Europa, relacionada con la Logia Cónsul. El Budavivo<br />
lo dejó partir; con ima gran aflicción en el corazón,<br />
pues él sabía mejor que nadie lo que fatalmente ocurriría<br />
cuando el Dragón Rojo abriera sus fauces.<br />
Viajó entonces a Alemania, pasando antes por Austria.<br />
Los inspectores de las aduanas, congelados por su mirada,<br />
no se atrevieron a pedirle rúngiin documento, pese a<br />
la inminencia de la guerra y a los continuos viajes de<br />
agentes subversivos por toda Europa. En Alemania trató<br />
inútilmente de entregar al Kaiser un documento de la<br />
Zarina quien, apelando a su parentesco, le suplicaba que<br />
por ningún motivo permitiera la entrada de Vladimir IHch<br />
Ulianov (Lenin) en Rusia; mas la corte prusiana miró con<br />
desconfiarla a este noble ruso-mongol, ofuscada por su<br />
olor a yack, por sus extraños tés de la yerba tibetana como<br />
por su actitud despectiva ante los ejércitos modernos y la<br />
impersonal "guerra de materiales". Al fracasar en su propósito,<br />
quedó persuadido de que Eurasia tenía el deber<br />
sagrado de invadir Occidente y destruirlo hasta que no<br />
quedara "piedra sobre piedra" de su civilización como<br />
una acción ejemplar de la "barbarie". Cansado de la<br />
estupidez prusiana, aguda como el remate de sus cascos<br />
y ostentosa como sus penachos, viajó a París para mandar<br />
un último correo a la Zarina. En el Hotel Signum, repleto<br />
de nobles rusos, el barón ordenó que le fueran<br />
servidas dos botellas de arika, el aguardiente mongol, del<br />
que resisten muy pocos vasos aun los más empedernidos<br />
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