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EL HÚSAR NEGRO

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Así, el bamboleante caminar del joven médico, su sonrisa<br />

sardónica, sus ligeros anteojos que parecían demasiado<br />

finos para su notable extranjería, distrajeron a las<br />

campesinas de ;ma mirada más perspicaz, que vigilaba<br />

detrás de los visillos de la ventana cada imo de los pasos<br />

que daba, como si arrastrara el pesado maletín, lleno,<br />

pudiera creerse, de los objetos de su profesión, abriendo<br />

ya la verja, jimto al río, al tiempo que alzaba el rostro como<br />

si olisqueara a un perro de presa, a ima presencia<br />

asechante, a ima furia ominosa acuclillada detrás de<br />

las raídas matas que, como las pústulas de la naturaleza,<br />

abrían sus heridas a un cielo plomizo, supuradas de<br />

miseria, espectrales, viejas como las costras de los leprosos,<br />

los chancros de los sifilíticos, las enfermedades<br />

de la piel de los exploradores de África, (lo que hoy serían<br />

las úlceras de los sidosos). Las fisgonas y el supuesto intrigante<br />

ignoraban, a la par, que el doctor Destouches<br />

había visto ya a quien le diera una cita, pretextando<br />

auxiliarlo en casos agudos y extraños de dermatitis, mismos<br />

que habían desorientado sus incipientes estudios en<br />

tan compleja y nauseabunda disciplina. Cuando se escuchó<br />

el chirriar de los goznes de la puerta que se abría, y<br />

aumentó el ladrido de los perros, rápidamente le dio una<br />

nueva ojeada a la carta enviada por el extraño que atravesaba<br />

con ligero temblor el cenagoso jardín:<br />

"Estimado doctor Destouches:<br />

Con motivo de encontrarme en París estudiando medicina,<br />

en cumplimiento de mi vocación y la de mi padre,<br />

quisiera consultar con Usted diversas dudas que tengo<br />

sobre casos de dermatitis presentados en África y en la<br />

zona criolle de las Antillas, seguro de que sus consejos<br />

han de servirme más que muchas lecturas. Atentamente"<br />

y a continuación los signos desmañados e indescifrables<br />

de una firma que evocaba el rudo castellano, que<br />

tan fascinante resultaba para "San Brasülach" y para "San<br />

Drieu". El doctor no pudo impedir que su memoria se<br />

desbordara, al dibujar el poste del martirio, las llamaradas<br />

que se elevaban sobre el destruido Berlín, las ciu-<br />

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