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<strong>EL</strong> SEÑOR DE LOS VOLCANES<br />
"Mis letras se sostier\en con la pluma, con la voz y<br />
con la espada"<br />
De los cantares de los volcanes<br />
En un confesonario, en una iglesia del centro, bajo la<br />
protección de la Maríscala de los Ejércitos Realistas, Nuestra<br />
Señora de los Remedios, en aquellos lugares de penitencia<br />
reservados a los pecadores arrepentidos, los<br />
sacerdotes realistas ejercían labores de espionaje y delación,<br />
que conducían al perütente, no a las llamas de las<br />
almas benditas del purgatorio sino a los infectos socuchos<br />
de la Inquisición, donde se les daba garrote en vma<br />
bartolina para que confesaran los alcances del movimiento<br />
insurgente y sus claves secretas como aquella que<br />
confimdió tanto al sistema de seguridad español; "la del<br />
señor don Número 1, al Señor don Número 2,3,4 y demás<br />
siguientes". De esta forma el piadoso sacerdote<br />
Femando de Mendoza nacido en Arriondas, cumplía el<br />
servicio celestial de su ministerio mandando a la ergástula<br />
a las almas atormentadas por la veleidad del orgullo<br />
criollo.<br />
En un momento de descanso, cuando ya recibían garrote,<br />
gracias a sus ojos mansos, que invitaban a las confesiones,<br />
más de tres insurgentes, imo proveniente del reino<br />
de Nueva Galicia, se sujetó el hábito, antes de invitar a<br />
sentarse al agente Felipe León, jovenzuelo f asciiiante, de<br />
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