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te de herederos, folicularios, escribaiios, literatos,<br />
gaceteros, y desde luego, "pensadores",<br />
Juan Nepomuceno Rosains quería a toda costa lograr<br />
la liberación del "Periquillo". Sabía que su aspecto terrible,<br />
la cicatriz serpenteando en su mentón, los ojos de<br />
coralillo, la cara picada por la viruela negra, su tez<br />
torrefacta, le daban ya autoridad sobre el ingenio de<br />
Fernández de Lizardi, al que se proponía volverlo el bitacorista<br />
de sus despropósitos y sevicias. Este ex oficial<br />
pardo, es decir, -mulato- se entretenía mientras que su<br />
agente lograba cegar el entendimiento del pío sacerdote<br />
así como asaltar su virtud, con pequeños divertimentos<br />
para su crueldad. Ordenó que los 300 insurgentes, que<br />
formaban la guarnición de Cerro Colorado, le propinara<br />
cada imo 300 bofetadas a Ana María Calatayud, cuya<br />
única culpa había sido exaltar el trivmfo avasallador del<br />
coronel Agustín de Iturbide ante las huestes de Morelos,<br />
victoria que el futuro jefe del Ejército Trigarante y Emperador<br />
de México obtendría el Jueves Santo de 1815,<br />
ante las puertas de Valladolid. Rosains se molestó no por<br />
la mención de la derrota de Morelos, al que odiaba, pese<br />
a ser los dos insurgentes, sino porque alguien asegurara<br />
que "no había mejor espada en toda Nueva España" (refiriéndose<br />
a Iturbide). Rosains no estuvo dispuesto a soportar<br />
esta afrenta y no satisfecho con las bofetadas,<br />
mandó que la ataran, durante seis horas al sol, dejando<br />
al descubierto los pechos, que eran abundantes, puesto<br />
que se trataba de ima jamona de muy buen ver, lo que<br />
aprovecharon los moscos y alguna avispa que clavó su<br />
dardo en uno de los pezones rosas, para terminar su obra,<br />
mandó que le colocaran una mordaza apretada en la boca,<br />
llena de excremento humano. Juan Nepomuceno<br />
Rosains, antes que poseer a sus víctimas, prefería humillarlas,<br />
pues su fealdad concentrada le hacia odiar a la<br />
belleza antes que desearla. En su fealdad se agusanaba el<br />
resentimiento. Ana María Calatayud, en una bartolina<br />
tuvo aún que soportar que varios "huachinangos" de<br />
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