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EL HÚSAR NEGRO

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muerte no tocara a ninguno de sus amigos. En las rimas<br />

que "eligió" Beneski, -en una modalidad secreta de la<br />

llamada tirada de Odín- se encontró "Haegl" (el granizo,<br />

símbolo de penalidad), el largo naufragio napoleónico,<br />

anunciado por el graznido de la lechuza en Waterloo;<br />

"Gyfu" (la ofrenda) su servicio con el Emperador, quizá<br />

su propio sacrificio y "Sigel" (el símbolo del sol y del vuelo<br />

del águila), -la luz en que el destino se funda-, la gloria<br />

del Imperio mexicano, el combate de la nobleza<br />

heroica, del "principio espiritual y celeste en lucha contra<br />

el mundo inferior". Sin embargo, una runa quedó sin<br />

ser leída, dado que se les Uamó con urgencia, "Isa" (el demonio<br />

del hielo), que sigrúf ica el veneno puesto en la copa<br />

de vino, -la traición-, el manto quebradizo del hielo que<br />

puede tragar de forma súbita al caminante, en donde la<br />

caída es definitiva y mortal.<br />

Al salir de la pulquería, cuando empezaban a propagarse<br />

rumores sobre la abdicación del Emperador, ambos<br />

camaradas decidieron dirigirse a sus imidades. Se enteraron<br />

entonces de que el Plan de Casa Mata había provocado<br />

nuevas sublevaciones militares y que el congreso<br />

había considerado la elevación al trono de Iturbide producto<br />

de la fuerza. Antes de separarse, escucharon de<br />

parte de sus correos que al salir Iturbide de Tacubaya<br />

a Tulancrngo había sido aclamado por las tropas con gritos<br />

de "¡Viva el Emperador!". Al separarse, el barón<br />

Rosemberg se encaminó hacia un refugio que los<br />

iturbidistas habían preparado para intentar el rescate del<br />

Emperador; al pasar por el Salto del Agua, sintió que dos<br />

tipos lo seguían pero no les dio importancia, ensimismado<br />

en las terribles noticias recibidas. La punta del puñal<br />

se clavó en la espalda; el barón von Rosemberg que había<br />

enfrentado cara a cara a los mejores ejércitos de Europa<br />

cayó ensangrentado sobre su capote militar. Por un<br />

tiempo los yorkinos creyeron que Beneski había sucumbido<br />

a la cuchillada de la traición.<br />

Los aciagos acontecimientos serían para Beneski, paradójicamente,<br />

una prueba de que la estrella de Iturbide<br />

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