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tecimientos que había vivido tan intensamente se<br />
difuminaban: su llegada a la Nueva España, cuando el<br />
superior de la orden de los Teatinos, antes de ayudar a<br />
bien morir a un ajusticiado, le entregó un pliego, diciéndole<br />
al oído "tendrás más que sufrir"; su viaje a Perú,<br />
en donde fue perseguido por el Santo Oficio acusado de<br />
poseer anillos mágicos y otros conjuros; sus visitas a El<br />
Escorial, e incluso las desdichas con que el destino lo<br />
marcaría para siempre.<br />
A despecho de los inquisidores, quienes terminarían<br />
decretando su expulsión de las Indias, el capitán cuyos<br />
ojos negros despedían el fulgor de la materia corruptible<br />
concentrada en el fuego, observaba, en secreto, la combustión<br />
de su propio cuerpo. Al tiempo que entró en im<br />
estado de hibernación, en que el iniciado provocaba su<br />
letargo tomando una pócima de corazones de iguana y de<br />
tortuga, a falta de polvo de cuerno de rinoceronte, de esta<br />
forma realizó el silencioso sacrificio que la alquimia exige<br />
al que debe inmolarse por la búsqueda del signo, convirtiéndose<br />
en luz, -en que las lamentaciones sólo podían<br />
escucharse en la hondura de su alma-, despertando luego<br />
de tres días con el imaginario estruendo de los<br />
arcabuces de los tercios en Flandes y en el Milanesado,<br />
-en que participó en sueños-, para así animar la letra de<br />
la sangre déla estirpe; con el abrasamiento de su escoria<br />
mundana, única manera de lograr la iluminación para<br />
hallar la letra perdida y con ella impedir la desintegración<br />
del Imperio<br />
De esta prueba, que le valió im mes de convalecencia,<br />
dado el desfallecimiento que le produjo, el único testimonio<br />
hasta entonces inadvertido, lo descubrió un grumete,<br />
cuando barrió el camarote del capitán, al hallar un<br />
montón de ceniza y un anillo quemado. Al arrojarlos<br />
al mar, jimto con los desperdicios, que eran seguidos por<br />
los tiburones, el navegante, quien se había transfigurado<br />
en el espíritu del fuego que se purifica en la luz, abrió los<br />
ojos postrado en su camastro, fijándolos con desesperación<br />
en el fraile que lo cuidaba, pero éste como el resto de<br />
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