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de la transmigración- el significado de su pasado y de su<br />
futuro. Así, creyó ver el rostro de sus antecesores, -sometido<br />
a la pertinaz tortvira del ruido incesante en sus largos<br />
dolores de cabeza-, que únicamente podía calmar al<br />
tomar efusiones de la yerba tibetana, que crece a más de<br />
cinco mil metros de altura, en el Himalaya, y cuyas<br />
propiedades atemperan los dolores y, en ocasiones, provocan<br />
visiones semejantes al tercer ojo de los lamas, si<br />
bien su exceso puede conducir a estadios de locura o a<br />
levitaciones involtmtarias. Observó en trance, -luego de<br />
haber ingerido tres tazas de tibetana-, los estandartes<br />
ensangrentados; las armaduras que como huesos de hierro<br />
se esparcían por el campo de batalla, el cuerpo de imo<br />
de sus ancestros, perteneciente a la Orden Teutónica,<br />
quien fuera quemado dentro de im buey de cobre en la<br />
plaza de los suplicos, en Varsovia, no muy lejos de la sombría<br />
"calle Sucia y calle Judía", como se le conociera, con<br />
sus tendajones de madera completamente ennegrecidos<br />
y con múltiples pértigas saliendo de las ventanas donde<br />
nunca entraba el sol. Después de esa experiencia sólo<br />
volvió a tomar la efusión cuando en una "operación de<br />
comando" rescató de su cautiverio al dios-viviente del<br />
Tibet, mas el efecto de la yerba tibetana se activaría<br />
de forma inesperada cuando lo asaltaba su pertinaz migraña.<br />
En ima noche en la que padeció de delirios, donde se<br />
mezclaron sus facultades acrecentadas de visión con el<br />
zumbido en la cabeza que lo acompañaba con el dolor<br />
hasta paralizar parte de la cara, vio cómo los polacos, luego<br />
de decapitar a otro de los caballeros-, de los que había<br />
heredado la sangre del fuego y de la guerra-, lo<br />
desollararon para rellenar su cabeza de paja y exhibirla<br />
en las ferias. El barón, en sus estados febriles, -potencializados<br />
por la yerba tibetana- confirmó que su raza<br />
estaba destinada a dar testimonio de verdades ruinosas<br />
e incomprensibles para aquellos que "contemplan el<br />
mundo y cuanto en él ocurre hurgándose con el dedo la<br />
nariz".<br />
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