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EL HÚSAR NEGRO

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En el amanecer, cuando se escuchaban los últimos gri­<br />

tos de los juerguistas del ¡curen, habiendo corrido el<br />

vodka abrasador -que ignorarían los pobres latinos- por<br />

las gargantas de los guerreros, el barón postrado sobre<br />

vma piel de yack, escuchó las salmodias de los popes, re­<br />

vestidos de sus casullas de oro claro, llevando en alto las<br />

cruces y los iconos que bendecían la bravura cosaca de di­<br />

versas asechanzas como la traición polaca, la crueldad<br />

tártara, la astucia judía y la fe herética de los armerüos. Por<br />

un momento, aún consciente, pudo recordar su vida de<br />

cadete en San Fetesburgo: los fastuosos bailes de una<br />

nobleza frivola; el rebotar contra los grandes espejos de<br />

los corchos de las botellas de champán; las grescas en la<br />

academia; el son de la fajina elevándose lúgubre sobre<br />

vma oscuridad tenue en el campo de prácticas; los miste­<br />

riosos ritos de la Logia Cónsul, cuyo sentido era vmir "el<br />

azar, el destino y la providencia", en la realización de la<br />

"obra regia" en cada hombre, por la cual pudiera ser "lla­<br />

mado rey en los instantes culminantes de su orden per­<br />

sonal existencial" sin que presintiera, en ese momento,<br />

que en las sagas mongólicas-tibetanas sería coronado<br />

como Rey deJmundo.<br />

Mas la herida lo molestaba, como si dentro de su cabe<br />

za volara vm avispero ervfurecido; con un esfuerzo que lo<br />

dejó exhausto, alcanzó a mirar el rostro de vma mujer de<br />

ojos de azogue que irradiaban una luz metálica antes<br />

de que volviera a desfallecer, como si la bala cosaca, lie<br />

vada a la mala como la herida artera de un sable turco,<br />

lo cegara con la presencia eterna de la noche. El barón<br />

Román Fiódorovich von Ungern-Sternberg creyó que<br />

había perdido la vista como los bandurristas viejos<br />

y desharrapados que contaban las hazañas cosacas al­<br />

rededor del fuego que ardía cerca de las carretas en el<br />

campamento. (Nunca sabría que al cabo del tiempo vm<br />

escritor francés de apelHdo Destouches -calificado de<br />

"maldito"-, sufriría durante toda su vida, de persisten­<br />

tes dolores de cabeza, como los que le aquejaban, produc-<br />

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