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EL HÚSAR NEGRO

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ebedores. Por medio de la embriaguez trató de que el<br />

"hombre sombrío", sustancializado de "pecado", fuera<br />

aniquilado por el fuego espiritual, liberándose de toda<br />

atadura como lo había logrado en el monte Altai.<br />

Tomaría así vaso tras vaso de arika, queriendo olvidar al<br />

Kaiser, a Lenin, al Occidente podrido y soberbio. Cuando<br />

su vista empezó a nublarse, miró con atención los ojos<br />

verdinegros de una dama; eran los mismos ojos que lo<br />

rescataron de su postración, hallándose herido y desesperado.<br />

El mismo cuello blanco. La misma cabellera que<br />

apareciera en sus sueños. Alcanzó a levantar el vaso rebosante<br />

de arika en honor de la dama y ésta le sonrió...<br />

Fue lo último que logró recordar hasta que, al despertar<br />

en la mañana, la dama se acercó para saludarlo; el barón<br />

le besó la mano y supo, en ese mismo momento, que<br />

Laura sería la mujer de su vida.<br />

Instalado en el Hotel Signum de París, lo sorprendió el<br />

estallido de la Primera Guerra; fiel para con el zar y siendo<br />

mensajero de la Emperatriz, haría rápidamente los<br />

preparativos necesarios para regresar al Imperio amenazado.<br />

Mas el servicio de inteligencia germano le seguía los<br />

pasos, corriendo el riesgo de que si cruzaba Alemania lo<br />

más seguro sería que lo tomaran prisionero por ser oficial<br />

de un ejército enemigo, y además, correo de la Zarina con<br />

el Kaiser. Decidió entonces emprender un viaje arriesgadísimo<br />

con su amada Laura (que la historia inexactamente<br />

conoció como Daniela). Cruzó el Mar Báltico en<br />

una pequeña embarcación, muy semejante a las navecillas<br />

con las que los cosacos se arrojaban al río Dniéster,<br />

en sus intrépidas incursiones, pero como ya lo anunciara<br />

su ciega admiración por las hazañas marineras, la<br />

tragedia lo aguardaba con la crueldad implacable que le<br />

está reservada a los elegidos. La barca de dos timones<br />

naufragó bajo la tormenta y avmque el barón trató de salvar<br />

a Laura, ésta fue tragada por el abismo como si prefigurara<br />

el destino de Rusia. Dejando en sus manos una<br />

cruz bizantina. Si alguna prueba faltaba en su gradual superación<br />

de los límites humanos, en que el fuego hace ar-<br />

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