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He Vivido

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–Bishente, ¿a dónde vas con ese martillo?<br />

–¡A romperle los dientes a esa maestra del demonio!<br />

De todos modos, también en nuestro caso, los momentos más agradables<br />

de la escuela vienen cuando llega la hora de gritar A casa, a casa, a casa...<br />

y nos precipitamos a la libertad. Mi madre me espera a la puerta de la escuela<br />

con media onza de chocolate y un trozo de pan. Ni qué decir tiene que,<br />

como en la de Doña Manuela, también en nuestra escuela existen sitios intrigantes<br />

y secretos, como esos cuartos oscuros para los que se portan mal.<br />

Dicen algunos que antiguamente los tuvieron encerrados en salas llenas de<br />

humo donde colgaban chorizos del techo. Pero a los peores los encierran en<br />

el rincón de los cachoborrachos que, aunque parezca mentira, siempre mantienen<br />

ese rictus terrible, medio vestidos medio desnudos, flagelando a Jesús,<br />

hijo de María, y esperando la próxima procesión de esa curiosa semana santa<br />

de ausencia musical y lluvia fría.<br />

A mí también me tuvieron preso durante una tarde sin dejarme ir a casa.<br />

A través de la ventana pude ver a Fructuoso Kaxo Eraña en su terreno debajo<br />

de Santamaña, sosteniendo un cesto en un brazo mientras con el otro<br />

hacía gestos violentos e incomprensibles. Los hijos de Kaxo son amigos míos<br />

y en aquel momento sentí pena por ellos, pues no sabía que su padre estaba<br />

loco. El cielo de la tarde comenzaba a tornarse sombrío y decidí que lo mejor<br />

sería escapar de allí, puesto que tampoco era descartable que las monjas se<br />

hubieran olvidado completamente de mí. Abrí la ventana aunque temía huir,<br />

di un salto y pasé por encima de la vieja tapia para llegar a casa a toda velocidad.<br />

Tan pronto como tropecé con mi padre, quise dejar lo más lejos de<br />

mí la sombra del pecado, y le indiqué que Kaxo no estaba en su sano juicio,<br />

informándole del espectáculo que acababa de presenciar minutos antes. Mi<br />

padre quitó hierro a mi descubrimiento y quiso hacerme creer que Kaxo estaría<br />

sembrando trigo. ¡Anda ya!<br />

<strong>He</strong> aprendido las primeras letras en la escuela de monjas mediante cartones<br />

colgados de unos soportes metálicos puestos en vertical. Las letras<br />

grandes me han resultado fáciles, pero una vez aprendidas nos han puesto<br />

unas más pequeñas, que aun siendo totalmente diferentes a las grandes expresan<br />

lo mismo. ¡Habrá que aprender todo de nuevo! Memorizamos las letras<br />

pequeñas y las grandes cantando, y por fin empezamos a leer en el<br />

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