Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
sanitario en la cárcel en nada ayudaba a mantener el ánimo y, además, parecía<br />
que a los presos de Mondragón nos querían dar una lección especial,<br />
pues la sentencia no hacía sino demorarse. Los domingos, las visitas del exterior<br />
nos traían el contacto fresco con la vida allende los muros. Un día pudimos<br />
leer en un periódico que según las declaraciones de cierto reputado<br />
astrólogo, la izquierda ganaría por una pequeña diferencia pero al poco<br />
tiempo la derecha tomaría de nuevo el poder para gobernar durante más de<br />
veinte años.<br />
Poco a poco, la disciplina del fuerte fue relajándose y de vez en cuando<br />
nos sacaban a caminar por el monte. Es más, incluso me ofrecieron trabajar<br />
a través de una manera un tanto peculiar. Antes del 5 de Octubre yo estaba<br />
preparando una pequeña máquina semiautomática que habría servido<br />
para fabricar las pinzas que utilizaba la mujer del mondragonés Bedia en su<br />
peluquería. Quién sabe cómo y por qué medios, Bedia posibilitó que la máquina<br />
acabara en la cárcel, y me trajeron limas y otras herramientas. Por otra<br />
parte, el hecho de cohabitar con presos tan “profesionales” nos facilitó la<br />
formación en ciertos trabajos manuales. Así, me especialicé en la confección<br />
de estuches de papel lacado, cinturones trenzados y flores de miga de pan coloreadas<br />
con anilina, entre otros artículos.<br />
Nuestra vida estaba organizada al son del toque militar. Entre nosotros fuimos<br />
formando grupos, para que, el que así lo quisiera, pudiera adentrase en el<br />
aprendizaje de las asignaturas básicas. De vez en cuando cometíamos también<br />
alguna travesura o se descubría un cantante tenor que nos dejaba con sus interpretaciones<br />
el corazón y el espíritu completamente tocados. Había demasiado<br />
tiempo para acordarse de los padres, novias, esposas y amigos lejanos.<br />
Una mañana vinieron unos camiones y nos llevaron a la cárcel de Ondarreta.<br />
Nos metieron en las celdas de cuatro en cuatro. Entre los presos también<br />
había personalidades de alto nivel, como Torrijos, ex alcalde de<br />
Donostia, y varios ediles. Torrijos me dejó un grueso libro sobre Historia del<br />
Arte para que realizara el diseño de una caja de lujo a elaborar en madera<br />
que quería regalar a mi novia de Mondragón. A la hora de trabajar la tapa,<br />
tomé como modelo las imágenes existentes en el techo de la Ópera de París.<br />
Torrijos fue gran amigo mío e hizo gestiones con las autoridades carcelarias<br />
para que yo pudiera comenzar a trabajar.<br />
85