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He Vivido

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Las caseras se enfadan con nosotros, sobre todo los meses de verano,<br />

cuando, tras bajar a la calle y a pesar de haber dejado atado el burro, se encuentran<br />

con que el animal ha desaparecido al haberlo soltado nosotros de<br />

la argolla de hierro. Para hacerlo, procuramos mantenernos lejos del campo<br />

de visión de alguaciles como Eulogio Paigorri Agirre, Gabriel Talo Unamuno,<br />

Francisco Plazero Olazagoitia, Luis Cánovas Arana, Simón Arriaran<br />

y demás. Creo que el que menos me aprecia es Simón. El otro día, en hora<br />

de asistir a vísperas y estando yo solo en el frontón de Zaldibar jugando a la<br />

pelota, lanzó su bastón contra mí. Lo recogí del suelo y huí a toda velocidad,<br />

dejando a Simón boquiabierto y sin bastón. ¿Qué se creía, pues? Todavía me<br />

estoy riendo de la que le hicimos en agosto del año pasado. Iba yo descendiendo<br />

por la Calle del Medio con el patinete que Andrés Bidaburu y yo teníamos<br />

a medias cuando, justo cuando menos me lo esperaba, Simón me<br />

hizo parar y me quitó el patín. Lo guardó en el desván del Ayuntamiento,<br />

precisamente en un cuarto junto a la vivienda de Andrés: por la noche accedimos<br />

a la habitación y recuperamos el patín.<br />

Con todo, se conoce que los caseros también tienen bastante habilidad para<br />

hacer tremendas fechorías. Según cuenta mi madre, los comerciantes de Vitoria<br />

acuden a los caseríos de aquí a comprar pollos y no dejan nada para los vecinos<br />

del pueblo. Por eso, el Ayuntamiento ha establecido normas estrictas a fin<br />

de que, por lo menos hasta las diez de la mañana, los pollos estén a la venta en<br />

la Plaza de Abastos. Pero por lo visto los comerciantes y los caseros tienen acordado<br />

el precio con antelación y los vitorianos llegan aquí a las diez de la mañana<br />

y adquieren los pollos con el dinero que los pobres vecinos no han podido pagar.<br />

Así pues, me quedo un poco más tranquilo al saber este proceder de los caseros,<br />

al que contrapongo el haber librado yo algún burro que otro de su argolla.<br />

Uarkape, Zerkaosteta y la estrada posterior al frontón son los sitios que<br />

menos peligro entrañan a la hora de emprender aventuras asnales. Por el<br />

contrario, nunca aparecemos por la panadería de Sinfo, pues siempre hay<br />

algún municipal al acecho. Además, mi padre trabaja allá, y tengo prohibido<br />

hacer barrabasadas por la zona de Iturriotz. Por otra parte, mi madrina Sinforosa<br />

Isasmendi es la que me regala el karapaixo todos los años.<br />

Sin embargo, por lo que he oído decir a mis padres, también existe en<br />

este pueblo gente que ha realizado obras caritativas extraordinarias, gente<br />

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