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He Vivido

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En los jardines de Viteri, a los que acudíamos en los<br />

ratos de recreo en la escuela, se erigió en 1911 el monumento<br />

en honor al filántropo mondragonés. Pero el<br />

gran maestro por aquel entonces en nuestra villa era<br />

D. Felix Arano, alavés de Salvatierra, que dejo huella<br />

en nosotros por sus adelantados métodos docentes<br />

47<br />

centro. Don Félix era,<br />

sin duda, el profesor<br />

más célebre. Nos hacía<br />

leer el Quijote de Cervantes,<br />

así como las fábulas<br />

de Samaniego e<br />

Iriarte. Y él se sentaba<br />

entre nosotros, como si<br />

fuera uno más, al objeto<br />

de que todos juntos<br />

reflexionáramos<br />

sobre las moralejas de<br />

aquellas historias. “La<br />

zorra y las uvas”, “El<br />

burro y el tesoro”,<br />

“Los animales con<br />

peste”... De todas ellas<br />

extraíamos algo positivo,<br />

como cuando<br />

acusaron al pobre<br />

burro de haber extendido<br />

la peste, sin haber<br />

realizado el interrogatorio<br />

indispensable y<br />

decisivo al león y la<br />

pantera. “¿Vosotros<br />

creéis que a los poderosos<br />

se les acusa de<br />

algo?” preguntaba el<br />

agudo Don Félix. Supongo<br />

que, a fin de<br />

evitar disgustos, éste<br />

actuaría con prudencia<br />

a la hora de utilizar<br />

tales métodos de enseñanza, pues los ojos de numerosos vecinos estaban puestos<br />

en el maestro liberal, esperando a que algún día diera un patinazo. Tampoco<br />

mi padre estaba muy de acuerdo con la metodología de Arano, ya que

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