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tiendo muy bien, pues pienso que la una niega a la otra, pero como los padres<br />
nos educan en la creencia de que saben más que sus hijos, supongo que<br />
la teoría de mi padre será la correcta. Sea como fuere, en los entierros, bajo<br />
mi balcón transcurre un flujo humano lleno de vida. Ahora bien, no siempre<br />
son entierros del mismo tamaño y la misma categoría. No sé como decirlo...<br />
es como si entre los cortejos fúnebres hubiera diferencias.<br />
A veces son las cruces de plata las que abren el cortejo. Otras veces las cruces<br />
son de madera. En los primeros, ¡a saber por qué!, es mucha más la<br />
gente que sigue al féretro. Y los curas, incontables. Tampoco suelen faltar las<br />
cofradías con sus banderas. A la cruz humilde, en cambio, sólo le siguen<br />
velas sin ningún tipo de ornamento, y dos curas como mucho. Tras el féretro,<br />
en fila de a uno, suelen ir los familiares varones del difunto. Los tres<br />
primeros vestidos de capa y sombrero largo. Alguna que otra vez he visto<br />
desaparecer la cabeza del cortejo subiendo por el Portalón mientras que la<br />
cola ni siquiera se atisbaba en el Arrabal de Maala. Una de esas ocasiones<br />
fue, por ejemplo, el día que sacaron el ataúd de la casa de Adán de Yarza.<br />
Tras el féretro iban los hombres del pueblo. Y por último, las mujeres.<br />
Cuando la cruz está hecha de madera, el cortejo de amigos es mucho más reducido<br />
y nunca he visto a ningún cofrade con sombrero largo sosteniendo<br />
una vela grande y hermosa. Una mañana, estando con mi madre viendo por<br />
la ventana cómo pasaba un cortejo, le escuché decir esto para sus adentros:<br />
¡Ése no era patrón!<br />
Pero volviendo a lo de antes, veinticuatro horas después de la entrega de<br />
regalos en el colegio de monjas llegan los sanjuanes: carreras, visita de los caseros,<br />
alegría... Todos los años llega desde Zigarrola un carro tirado por seis<br />
u ocho caballos, llevando encima a la banda de música de Bergara y a los<br />
txistularis de Rentería. Así es como estalla la alegría en las calles del pueblo,<br />
con los músicos de aquí para allá, primero tocando la marcha de Celedón, y<br />
el concierto de la Plaza como colofón. Los balcones de la casa de Adán suelen<br />
estar engalanados. Desde el campanario nos llega el repique de San Juan,<br />
ecos agradables de un sonido mágico logrado por el sacristán haciendo tañer<br />
diferentes campanas.<br />
San Juan es época de espectáculos de muchos tipos. Al lado del kiosco de<br />
la plaza, por ejemplo, un odre que se utiliza para transportar vino lo llenan<br />
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