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que le grabara sus iniciales... ¡en la pistola! Lo hice. A partir de entonces se<br />
llevó mejor conmigo. Sucedió también que unos compañeros de la cárcel me<br />
pidieron que preparara algún tipo de cartel publicitario solicitando nuestra<br />
amnistía y me puse manos a la obra. A los dos días acabé de diseñar un panfleto<br />
que decía: “Ayudad a la liberación de vuestros padres, hermanos, novios<br />
y amigos que arriesgaron su libertad”. Acompañando a la frase se podía<br />
ver dibujada una gran masa de gente, representando un largo brazo estirado<br />
y con la mano arrancando de raíz las rejas de una ventana del presidio,<br />
desde donde asomaban rostros delgados y pálidos. Nuestro abogado<br />
sacó de la cárcel el cartel y pronto aparecieron copias en numerosos lugares<br />
de Gipuzkoa.<br />
Tan pronto como supo de la existencia del cartel, “Tuntun” el carcelero<br />
no albergó ninguna duda sobre la autoría del mismo y vino a mí raudo y<br />
veloz, afirmando que estaba jugando con su autoridad y criticando mi actitud<br />
demasiado confiada. “Aunque lo hubiera hecho yo, ¿no habrías procedido<br />
de la misma manera si se tratara de conseguir tu libertad?” le contesté.<br />
La radio me procuró gran ayuda para mantener el ánimo, pese a que las<br />
noticias del exterior no nos eran favorables. Por lo que parecía, la derecha<br />
española dominaba el espectro político y nuestra esperanza de libertad era<br />
cada vez menor. Así, llegaron las elecciones del 16 de Febrero de 1936.<br />
Aquella tarde muchos amigos en la cárcel esperaban recibir una señal desde<br />
mi celda. Habíamos acordado que tres golpes pausados en la tubería metálica<br />
del baño anunciarían el triunfo de la derecha. Por el contrario, tres golpes<br />
rápidos significarían el triunfo de la izquierda y, con ello, nuestra<br />
inmediata puesta en libertad.<br />
A las diez de la noche la derecha vencía con holgada ventaja. Pero a las<br />
doce, una vez computados los votos de las principales ciudades, el triunfo<br />
era, sin ninguna duda, del llamado Frente Popular. Di los golpes acordados.<br />
¡Vaya jaleo se armó! Los carceleros se escondieron, se conoce que de miedo.<br />
Y los guardias de asalto no estaban a aquellas horas preparados para hacernos<br />
frente de ninguna manera. Seguramente estarían cumplimentando<br />
los papeles para solicitar nuevo destino en alguna gran ciudad donde no les<br />
conocieran. Aquella noche nadie de nosotros durmió y a la mañana siguiente<br />
estábamos reclamando nuestra libertad ante los representantes del Gobierno<br />
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