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He Vivido

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Me nombraron asistente del responsable de preparar las pruebas de capacitación<br />

para la industria. El responsable era Julián Etxebarria, ex director de<br />

la Escuela de Armería, un mecánico excelente al que conocía de un viaje de<br />

estudios que habíamos hecho de Mondragón a Eibar.<br />

Mi labor consistía en medir la capacidad de los dibujantes, para lo cual<br />

tuve que inventarme una fórmula, a fin de que la subjetividad del momento<br />

no me jugara malas pasadas. El hecho de disponer de un sistema tan metódico<br />

me libró de aprietos comprometedores, pues los que no conseguían la<br />

calificación mínima eran enviados al Tercio Extranjero o, en el peor de los<br />

casos, a las cárceles de España. Entre Mayo y Noviembre de 1939, unas diez<br />

mil personas sufrieron aquellos exámenes. Cuando terminamos nuestro cometido,<br />

me dieron trabajo en la fábrica de aviones de Toulouse. Para entonces<br />

mis padres estaban en un campo de concentración al norte de Burdeos.<br />

La tranquilidad y la felicidad relativa desaparecieron al poco, ya que al<br />

decidir los alemanes invadir Francia entera, la velocidad de penetración del<br />

ejército nazi fue de veinte kilómetros al día. Querían acabar con Francia<br />

cuanto antes, para a continuación ensanchar las fronteras del imperio alemán.<br />

Por lo que veía en la fábrica de Toulouse, estaba claro que la defensa<br />

francesa era débil, siendo muy notoria la diferencia entre el armamento de<br />

los dos ejércitos. El ser extranjeros no beneficiaba en nada nuestra situación.<br />

Al contrario, nos vigilaban estrechamente y cada vez nos ponían más<br />

dificultades para renovar los permisos de residencia en Francia. Con todo,<br />

aquella libertad relativa y el poder ir de vez en cuando al cine o a bailar eran<br />

regalos nada despreciables.<br />

En Abril de 1940, hacíamos números a diario sobre el mapa de Francia,<br />

con el fin de calcular lo que tardarían los alemanes en llegar a Toulouse. Al<br />

mismo tiempo, solicitamos entrevistarnos con ciertos miembros del Estado<br />

Mayor de aquella ciudad, pues temíamos que los nazis nos enviaran de vuelta<br />

a España y nos urgía conseguir el permiso para poder marchar de Francia.<br />

Los franceses nos concedieron la oportunidad de salir de allí.<br />

Me despedí de mis padres, a los que había llevado conmigo a Toulouse<br />

desde Burdeos, y a las 8 de la tarde del 23 de Junio –un día muy significativo<br />

para un mondragonés, ¿verdad?– nos condujeron en tren a la costa de<br />

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