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El tren nos traía a la Banda de Música militar de Vitoria por sanjuanes,<br />
con el director-capitán Genaro Rey a la cabeza. Un músico con dones especiales<br />
que consiguió la dirección de la Banda de Alabarderos de Madrid...<br />
pero que, debido a un problema físico, tuvo que renunciar al cargo obtenido<br />
por meritos propios. El concierto dirigido por Genaro Rey era uno de los<br />
platos fuertes de la festividad patronal. Mas no parece que San Juan se portara<br />
tan bien con él, pues no creo que nuestro patrón realizara ningún tipo<br />
de intermediación para que Don Genaro ocupara la dirección en Madrid, si<br />
bien tanto el susodicho como su banda interpretaban todos los años el conmovedor<br />
himno Ez dau inun... con gran emoción.<br />
En tren nos desplazábamos a las fiestas de los pueblos de alrededor, aunque<br />
podía resultar peligroso, pues el gallo del lugar no gusta de la competencia<br />
externa a su territorio. A menudo sufrimos trampas nocturnas<br />
tendidas por bergareses y atxabaltarras que nos atacaban a pedradas. Pero<br />
eso no era inconveniente para que, un año sí y el siguiente también, acudiéramos<br />
a la estación elegantemente vestidos como extranjeros y nos desplazáramos<br />
hasta Bergara, Aretxabaleta, Oñati o Eskoriatza con la esperanza<br />
de conocer alguna chica. No eran pocos los que, en la estación, percatados<br />
de nuestras escapadas, nos dedicaban flores como “Sólo Dios sabe en busca<br />
de quién saldrán del pueblo... No tiene el aspecto de dar mucha leche...”<br />
En uno de aquellos viajes León Telón Mendizabal se cayó del tren. Apoyó<br />
su cuerpo contra el balcón de hierro de la plataforma del coche y aquél se<br />
soltó, con lo que León se precipitó a la vía. Se dio la alarma nada más llegar<br />
a la estación de Arrasate. Justo en el momento en que la locomotora partía<br />
hacia Bergara en busca de Telón, vieron en la curva a lo lejos al pobre<br />
hombre caminando por la vía, ¡trayendo el balcón a hombros!<br />
El tren hizo que olvidáramos los heroicos viajes en el autobús “Titanic”.<br />
A los niños mondragoneses de hoy en día seguro que no les resulta sorprendente<br />
que sus padres vayan a comer a Bilbao, San Sebastián o Madrid. En<br />
nuestra época eso era impensable y el nombre que más fascinación causaba<br />
entre los niños era el de Deba. El Ayuntamiento organizaba excursiones para<br />
los niños elegidos por el médico, y los metían a todos en el “Titanic” para<br />
pasar siete días en aquella localidad costera. La tarde del regreso, se veía un<br />
gran gentío en Legargain esperando asomara el autobús, para acompañarlo<br />
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