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¿Hay algo más entrañable para un mondragonés<br />
qie la visión de su magnífico ayuntamiento? Desde<br />
Montevideo no dejo de contemplarlo, en mi recuerdo.<br />
60<br />
ron demasiado para mi espíritu<br />
infantil. Y me pareció<br />
haber vivido la<br />
sensación de la felicidad<br />
personificada. Quizás algo<br />
similar a lo que sintió Sancho<br />
Panza cuando dijo a<br />
Don Quijote que allá donde<br />
esté la música no habrá<br />
lugar ni para la tristeza ni<br />
para la desgracia.<br />
Ya que he mencionado al<br />
sacristán Eugenio Krisis<br />
Elorza, no he olvidado que<br />
cierto día, estando Eugenio<br />
con el cura Don Lorenzo en<br />
la sacristía, éste le hizo la siguiente<br />
apuesta al sacristán<br />
con fama de charlatán: ¡A<br />
ver si era capaz de estar<br />
quince minutos sin decir<br />
nada a nadie! Apostaron un<br />
duro. La única condición<br />
era que Krisis debía caminar<br />
sin parar de un lado a<br />
otro de la sacristía, repitiendo<br />
esta frase: “<strong>He</strong>mendik<br />
hara eta handik hona”<br />
(De allá a acá y de acá a<br />
allá). El sacristán inició la<br />
prueba y el cura se fue en<br />
busca de Krisisesia para<br />
anunciarle que a su marido<br />
le había pasado algo y se encontraba en la sacristía murmurando cosas incomprensibles<br />
y caminando de un lado a otro; dicho lo cual, suplicó a Krisisesia<br />
que fuera a la sacristía cuanto antes. La mujer acudió y nada más verlo