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Dama Dai’h<br />
Periódicamentellegabanesclavos<br />
al puesto<br />
avanzado.<br />
Las sobras de<br />
Naggaroth.<br />
Los débiles,<br />
los enfermos<br />
y los desobedientes<br />
de Khaine expulsadas de sus templos. Allí estaban todos aquellos que no<br />
quería nadie.<br />
Una noble como Dai’h no fue bien recibida. Tuvo que ganarse una y<br />
otra vez el respeto y el temor de todo elfo oscuro del puesto avanzado,<br />
cumplir con sus obligaciones y luchar contra los hombres lagarto para su<br />
supervivencia. Fue un aprendizaje duro, pero eficaz. Dai’h demostró ser<br />
digna líder de aquellos Druchii, y éstos llegaron a respetar su liderazgo... y<br />
a temer su crueldad.<br />
Periódicamente llegaban esclavos al puesto avanzado. Las sobras de<br />
Naggaroth. Los débiles, los enfermos y los desobedientes. Dai’h los liberaba<br />
inmediatamente. No había centinelas ni látigos. Allí aquellas normas<br />
no servían. Dai’h los reunía ante el fuerte que les hacía de hogar y les<br />
daba una opción: quedarse y obedecer o enfrentarse a la jungla. Les daba<br />
un día para pensarlo. Las historias y heridas del resto de los esclavos eran<br />
suficientes como para que la mayoría se quedara voluntariamente. A los<br />
que se iban no se los volvía a ver. Pero Dai’h prefería que se fueran. Eran<br />
los problemáticos, los que acababan muriendo luchando. Que lucharan<br />
contra la jungla.<br />
Los esclavos que se quedaban eran puestos a trabajar: madera, minerales,<br />
oro, animales, plantas... todo era valioso en aquella jungla. Y todo era<br />
peligroso de obtener. Insectos venenosos, enfermedades exóticas, depredadores...<br />
todo parecía querer matar a los Druchii<br />
Pero eso no era lo peor. Lo peor eran los incursores.<br />
Con cada luna nueva, aprovechando la oscuridad de la noche, recibían<br />
un ataque de los hombres lagarto. Cada luna nueva los Druchii y los esclavos<br />
luchaban mano a mano por sus vidas. Los eslizones parecían estar<br />
en todas partes y la noche se volvía un caos de sangre, gritos y muerte. Y<br />
al amanecer los supervivientes tenían la tarea de incinerar a los muertos<br />
y reconstruir el fuerte lo mejor que pudieran. Entonces esperaban<br />
al siguiente barco, que se llevaba las materias primas y traía más esclavos<br />
y más desterrados.<br />
Pero en ese ciclo de desgaste perpetuo Dai’h aprendió a sobrevivir.<br />
Su mente y su alma se endurecieron para soportar la depresión y el<br />
desencanto. Vivir sin una meta más que la supervivencia es una dura<br />
prueba, pero Dai’h la superó con creces. Al fin y al cabo tenía su odio. Su<br />
odio a la corte, al Rey, a su madre y a sus hermanas. Odio a las intrigas<br />
que la habían llevado hasta allí y a las casas nobles que la habían utilizado<br />
como un simple peón. En el fondo, la meta de Dai’h era sobrevivir<br />
hasta que pudiera volver y cumplir su venganza.<br />
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