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Dama Dai’h<br />

Rian’da se<br />

apresuró a<br />

caer de rodillas<br />

y ser la<br />

primera en<br />

jurar lealtad<br />

eterna a<br />

Dama Dai’h,<br />

matrona de<br />

los Dluggia<br />

La reina disfrutó de cada segundo de la conversación. Dai’h estaba segura<br />

de ello. Se despidió de la reina y volvió a la mansión Dluggia. Durante<br />

el camino de regreso meditó sobre la última insinuación de la reina:<br />

había sido ella la que la había traído de vuelta.<br />

Al llegar a la mansión tuvo que soportar el interrogatorio de su madre.<br />

Pero a diferencia de la reina, Dama Dianiya’h no se contentó con sus evasivas<br />

sobre la desaparición de Inashiyin. Iniciaron una discusión. En algún<br />

momento algo se torció y, ante la perplejidad de Dai’h, Dama Dianiya’h la<br />

atacó con un hechizo de dolor.<br />

La matrona de los Dluggia era presa del miedo y de la inseguridad desde<br />

hacía años. Había visto, sin posibilidad de control, cómo perdía su casa.<br />

Y ahora volvía Dai’h y se convertía en otra variable que no podía controlar.<br />

No podía permitirlo. Necesitaba imponer su voluntad y su superioridad<br />

a su hija.<br />

Sin embargo su hija no podía saber nada de aquello. Sólo veía a su madre<br />

atacándola. Y el odio volvió, como una ola roja. Dai’h contraatacó.<br />

Así se inició un duelo mágico. Los soldados huían de los estragos de las<br />

dos hechiceras, y la mansión se estremecía a cada nuevo hechizo lanzado<br />

por madre e hija. Sin embargo, Dai’h era mucho más poderosa de lo que su<br />

madre podía imaginar, y acabó imponiéndose.<br />

Cuando el silencio se impuso otra vez en la mansión Dluggia, Rian’da<br />

se atrevió a acercarse al centro de la batalla. Allí encontró a Dai’h de pie<br />

frente al cadáver de su madre.<br />

Rian’da se apresuró a caer de rodillas y ser la primera en jurar lealtad<br />

eterna a Dama Dai’h, matrona de los Dluggia.<br />

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