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Dama Dai’h<br />

Dai’h no fue<br />

una excepción.Rodeada<br />

de hombres<br />

rata,<br />

retrocedió<br />

hasta sus<br />

aposentos.<br />

Allí resistió<br />

con todas sus<br />

fuerzas<br />

La primera línea de defensa, los esclavos, apenas sobrevivieron unos<br />

minutos. Los soldados y las elfas brujas lograron aguantar la línea durante<br />

un corto periodo de tiempo, pero pronto se vieron desbordados. Cada<br />

Druchii fue aislado del resto y eliminado.<br />

Dai’h no fue una excepción. Rodeada de hombres rata, retrocedió hasta<br />

sus aposentos. Allí resistió con todas sus fuerzas. Hechizo tras hechizo,<br />

eliminó a todos los hombres rata que se atrevieron a entrar en sus habitaciones.<br />

Pero no dejaban de entrar. Puertas y ventanas eran un continuo<br />

torrente de soldados de negro pelaje.<br />

La hechicera los odiaba. En aquel momento odió con toda su alma hasta<br />

el último de aquellos Skavens. Sacó fuerzas de su odio y siguió lanzando<br />

un hechizo tras otro, hasta que los cadáveres de los hombres rata caídos<br />

obstruían la entrada del resto. Eso le dio un respiro a Dai’h, pero ya era<br />

tarde. Estaba exhausta. Necesitaba más poder, más fuerzas.<br />

Entonces recordó el báculo. No sabía cómo funcionaba ni cuáles eran<br />

sus propiedades, pero tenía magia en él y ella estaba desesperada. Se lanzó<br />

hacia su arcón mientras los hombres rata forcejeaban con los cadáveres<br />

de sus compañeros para entrar en la habitación. Dai’h desactivó apresuradamente<br />

las trampas mecánicas y las guardas mágicas que protegían sus<br />

pertenencias, y el báculo rojo apareció ante ella.<br />

Dai’h lo cogió apresuradamente y lanzó sus sentidos místicos al interior<br />

del báculo. Había ciertas salvaguardas y precauciones antes de hacer<br />

algo así, Dai’h se las saltó todas. Sus sentidos buscaron poder. Necesitaba<br />

fuerzas de reserva, algo que revitalizara sus maltrechas energías, algo que<br />

le diera el poder necesario para acabar con todos ellos. Dai’h encontró la<br />

fuente de poder y se imbuyó en ella.<br />

El tiempo se paró. Los Skavens quedaron congelados en posturas imposibles.<br />

Dai’h quedó petrificada sosteniendo el báculo. Pero la mente de la<br />

hechicera permanecía activa. Y lo que encontró en el báculo la aterrorizó.<br />

La fuente de poder no era una fuente, era un conducto. Un conducto que<br />

su voluntad había atravesado y se había encontrado al otro lado. Y allí<br />

había una presencia. Una presencia de enorme poder. Dai’h había tratado<br />

con demonios y espíritus atados a objetos de gran poder en el pasado.<br />

Incluso durante un ritual había estado presente frente a un Guardián de<br />

Secretos. Pero todo ello era un susurro frente a la fuerza que rugía en su<br />

mente.<br />

Lo primero que pensó Dai’h es que estaba frente a algún tipo de espíritu<br />

dragón. Podía sentir, más que ver, un reptil enorme y rojo. Pero el<br />

espíritu de un dragón no era tan poderoso, tan abrumador. Aquello no era<br />

un dragón, aquello era un dios. No podía ser otra cosa.<br />

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