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Historia del Cristianismo II - iglesia evangélica el olivo

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podían, violaban las mujeres,<br />

y trataban a los indios como<br />

si no fueran seres humanos.<br />

La marcha hacia Tlaxcala fue<br />

más difícil que las anteriores,<br />

pues se trataba de una<br />

región con medio millón de<br />

habitantes y con fuertes<br />

ejércitos. Repetidamente los<br />

españoles se vieron en<br />

difíciles situaciones militares<br />

de las que sólo pudieron<br />

salvarse gracias a su<br />

armadura, su artillería y sus<br />

caballos. A la postre,<br />

convencidos de que no podían vencerlos, los tlascaltecas decidieron establecer<br />

alianza con Cortés y los suyos. Puesto que la enemistad entre los aztecas y los<br />

tlascaltecas era vieja y profunda, a partir de entonces estos últimos fueron los<br />

mejores aliados de los conquistadores. En este caso, Cortés se dejó convencer por<br />

las súplicas de Olmedo y, cuando sus nuevos aliados se negaron a destruir sus<br />

ídolos, no se atrevió a derribados. El apoyo de los tlascaltecas era demasiado<br />

importante, y <strong>el</strong> conquistador sabía que lo perdería si desatendía los consejos <strong>d<strong>el</strong></strong><br />

sacerdote.<br />

TENOCHTITLÁN<br />

Durante toda esa larga marcha, Cortés había recibido embajadas y mensajes de<br />

Montezuma, <strong>el</strong> emperador azteca. Esas embajadas, a la vez que le rogaban que no<br />

continuara su marcha hacia Tenochtitlán, le preguntaban si de veras era Quetzalcoatl,<br />

a quien los aztecas esperaban. Luego, los mismos embajadores le dieron a<br />

Cortés indicios de que su política de aplicarse la vieja leyenda estaba teniendo buen<br />

éxito. En Tenochtitlán, Montezuma no se atrevía a dar la orden que pudo haber<br />

aniquilado a los españoles, por temor de que de veras se tratara de Quetzalcoatl.<br />

Cuando resultó claro que nada lograría disuadir al supuesto Quetzalcoatl de su<br />

propósito de visitar Tenochtitlán, <strong>el</strong> Emperador salió a recibirlo. Junto a él, y<br />

acompañados de enorme séquito, los conquistadores entraron en la capital<br />

mexicana.<br />

La situación de Cortés era precaria. Aunque había podido entrar a Tenochtitlán con<br />

un contingente de aliados tlascaltecas, se encontraba en medio de una enorme<br />

ciudad de la que sólo era posible salir por calzadas que atravesaban <strong>el</strong> lago, y en las<br />

que había puentes que los aztecas podrían destruir fácilmente. Además, había<br />

partido de Cuba sin permiso de V<strong>el</strong>ásquez, de modo que la corte española, ante la<br />

cual <strong>el</strong> gobernador de Cuba ciertamente protestaría, podría considerarlo reb<strong>el</strong>de. El<br />

único modo de evitar tal acción por parte de la corona era asegurarse <strong>d<strong>el</strong></strong> éxito de la<br />

empresa, tanto en lo político, económico y militar como en lo r<strong>el</strong>igioso.<br />

A los pocos días de llegar a Tenochtitlán, Cortés recibió invitación por parte de<br />

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