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Historia del Cristianismo II - iglesia evangélica el olivo

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Bajos un fuerte movimiento reformador. No se olvide que allí tuvieron su origen los<br />

Hermanos de la Vida Común, y que Erasmo era natural de Rótterdam. Uno de los<br />

temas característicos de los Hermanos de la Vida Común era la lectura de las<br />

Escrituras, no sólo en latín, sino también en los idiomas vernáculos. Por tanto, al<br />

aparecer la Reforma protestante encontró abonado <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o de los Países Bajos.<br />

Pronto los predicadores luteranos llegaron a la región, y lograron numerosos<br />

conversos. Poco después los anabaptistas, particularmente los que seguían las<br />

enseñanzas de M<strong>el</strong>chor Hoffman, se abrieron paso en <strong>el</strong> país. Téngase en cuenta<br />

que los jefes de la Nueva Jerusalén, en Munster, eran originarios de los Países<br />

Bajos. Otros trataron de unírs<strong>el</strong>es, pero fueron interceptados por las fuerzas de<br />

"Carlos V, y muchos de <strong>el</strong>los fueron muertos. Después hubo varias intentonas por<br />

parte de los anabaptistas más radicales de apoderarse de diversas ciudades,<br />

aunque ninguna de <strong>el</strong>las tuvo buen éxito. Por último llegaron los predicadores<br />

calvinistas, procedentes tanto de Francia como de Ginebra y <strong>el</strong> sur de Alemania. A la<br />

postre, <strong>el</strong> calvinismo seria la forma característica <strong>d<strong>el</strong></strong> protestantismo de la región.<br />

Carlos V tomó fuertes medidas contra <strong>el</strong> protestantismo. Repetidamente hizo<br />

promulgar edictos contra ese movimiento, y en particular contra los anabaptistas,<br />

que fueron los que más persecución sufrieron. La frecuencia de tales edictos es<br />

prueba fehaciente de <strong>el</strong>lo. Los muertos se contaron por decenas de millares. Los<br />

jefes eran quemados; los seguidores, decapitados; y para las mujeres anabaptistas<br />

se reservaba la terrible suerte de ser enterradas vivas. Pero a pesar de todo <strong>el</strong>lo <strong>el</strong><br />

protestantismo seguía avanzando.<br />

Hay indicios de que, hacia fines <strong>d<strong>el</strong></strong> reinado de Carlos V, comenzó una fuerte<br />

corriente de oposición a tales cru<strong>el</strong>dades. Pero Carlos era un soberano popular, y en<br />

todo caso la mayoría de la población estaba todavía convencida de que los<br />

protestantes eran herejes, y merecían los castigos que se les aplicaban.<br />

AUMENTA LA OPOSICIÓN<br />

F<strong>el</strong>ipe, que desde <strong>el</strong> principio fue impopular, aumentó esa impopularidad mediante<br />

una política que combinaba la necedad con la obstinación y la hipocresía.<br />

Con <strong>el</strong> propósito de hacer valer su autoridad en <strong>el</strong> país, especialmente después que<br />

marchó hacia España y dejó como regente a su media hermana Margarita de<br />

Parma, acuart<strong>el</strong>ó en él tropas españolas. Tales tropas tenían que sostenerse con los<br />

recursos <strong>d<strong>el</strong></strong> país, y además causaban fricciones constantes con los habitantes, que<br />

se preguntaban por qué era necesario tener allí ejércitos extranjeros. Puesto que <strong>el</strong><br />

país no estaba en guerra, la única explicación que cabía era que F<strong>el</strong>ipe dudaba de la<br />

lealtad de sus súbditos.<br />

A esto se sumó <strong>el</strong> nombramiento de nuevos obispos, con poderes inquisitoriales. No<br />

cabe duda de que era-necesario reorganizar la <strong>iglesia</strong> en las Diecisiete Provincias;<br />

pero <strong>el</strong> procedimiento y <strong>el</strong> momento que F<strong>el</strong>ipe escogió no fueron apropiados. Parte<br />

de la explicación oficial que se dio para la formación de los nuevos obispados s fue<br />

que precisaba extirpar la herejía. Los habitantes de los Países Bajos sabían que en<br />

España la Inquisición se había vu<strong>el</strong>to un instrumento en manos <strong>d<strong>el</strong></strong> estado, y temían,<br />

no sin razón, que <strong>el</strong> Rey proyectara hacer lo mismo en las Diecisiete Provincias.<br />

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