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Historia del Cristianismo II - iglesia evangélica el olivo

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su parte, <strong>el</strong> abad se dedicó a continuar su obra y a escribir contra <strong>el</strong> protestantismo,<br />

quizá para calmar las inquietudes de quienes veían semejanzas entre las doctrinas<br />

de Jansenio y las de Calvino. Aunque este círculo que se formó alrededor de Port-<br />

Royal y <strong>d<strong>el</strong></strong> abad de San Cirano era partidario de las tesis de Jansenio, durante los<br />

años transcurridos desde la publicación de Agustín <strong>el</strong> centro de la controversia había<br />

cambiado. Al principio se trataba de cuestiones acerca de la r<strong>el</strong>ación entre la gracia<br />

y <strong>el</strong> libre albedrío, y en consecuencia de la doctrina de la predestinación. El<br />

jansenismo parisiense, aunque sostenía la posición doctrinal de Jansenio, había<br />

tomado un giro más práctico. Se trataba principalmente de un centro de resistencia<br />

contra la laxitud que parecía reinar en la vida moral y devota. En particular, los<br />

jansenistas de Port-Royal se oponían al "probabilismo" propuesto por algunos<br />

jesuitas. Según <strong>el</strong> probabilismo, en un caso en que hubiera varias alternativas de<br />

acción, todas <strong>el</strong>las eran aceptables siempre que hubiera alguna posibilidad de que<br />

fueran correctas, por muy remota que esa posibilidad pareciera. El probabilismo les<br />

permitía a los confesores darles la absolución a sus penitentes aun cuando no<br />

estuvieran de acuerdo con sus acciones. Pero al mismo tiempo hacía muy difícil<br />

mantener cualquier rigor moral, pues siempre era posible hallar razones por las que<br />

talo cual acción podía justificarse. Frente a esto, los jansenistas <strong>d<strong>el</strong></strong> círculo de San<br />

Cirano oponían un firme sentido de la disciplina. Es por <strong>el</strong>lo que alguien llegó a decir<br />

que las monjas de Port-Royal eran "puras como áng<strong>el</strong>es y orgullosas como<br />

demonios".<br />

El abad de San Cirano murió poco después de su liberación. Pero dejó tras sí como<br />

jefe <strong>d<strong>el</strong></strong> partido jansenista a Antoine Arnauld, hermano de la Madre Angélica. Era la<br />

época en que las autoridades, tanto eclesiásticas como reales, tomaban medidas<br />

contra <strong>el</strong> jansenismo. Arnauld se defendió más como abogado que como teólogo, y<br />

su defensa fue tal que se le llegó a llamar "<strong>el</strong> gran Arnauld".<br />

Pero <strong>el</strong> campeón <strong>d<strong>el</strong></strong> jansenismo en esta segunda época fue <strong>el</strong> filósofo BIas Pascal.<br />

Pascal había dado muestras de genio desde muy joven, particularmente en los<br />

campos de la matemática y la física. A los treinta y un años de edad, ocho antes de<br />

su muerte, se convirtió al jansenismo. Para él aqu<strong>el</strong>lo fue una profunda experiencia<br />

r<strong>el</strong>igiosa, y basta con leer sus escritos a partir de esa fecha para percatarse de que<br />

se trataba de un hombre de profunda sensibilidad, para quien la cuestión de su<br />

r<strong>el</strong>ación con Dios era de primera importancia. Cuando la facultad teológica de la<br />

Sorbona condenó a Amauld, Pascal publicó anónimamente la primera de sus<br />

Epístolas provinciales, en las que atacaba a los jesuitas y demás adversarios <strong>d<strong>el</strong></strong><br />

jansenismo con fino humor y profunda perspicacia teológica. Entre 1656 y 1657,<br />

aparecieron dieciocho de esas "epístolas", supuestamente dirigidas a los jesuitas de<br />

París por un habitante de las provincias. Su éxito fue rotundo. Se dice que hasta<br />

Mazarino, con todo y ser enemigo de los jansenistas, no pudo contener la risa al leer<br />

la primera de <strong>el</strong>las. Por todas partes las gentes se reían de los jesuitas y su partido.<br />

Y los múltiples intentos de refutar las Epístolas provinciales eran tan inferiores a<br />

<strong>el</strong>las, que se volvían motivo de burla y desprecio.<br />

Las Epístolas provinciales fueron añadidas al índice de libros prohibidos por la<br />

<strong>iglesia</strong> romana. Pascal, tras publicar las primeras dieciocho, escribió otras dos que<br />

quedaron inéditas. Pero la opinión pública de tal modo se inclinaba hacia los<br />

jansenistas, que las autoridades tuvieron que cejar en su empeño de destruirlos. La<br />

presión que desde hacía algún tiempo se ejercía sobre Port-Royal amainó. Las<br />

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