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Historia del Cristianismo II - iglesia evangélica el olivo

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modos. El primero es que los dos se comuniquen entre sí, quizá mediante un eje<br />

común. Esa es la opinión que <strong>el</strong> vulgo sostiene en cuanto a las r<strong>el</strong>aciones entre <strong>el</strong><br />

alma y <strong>el</strong> cuerpo. Pero los filósofos saben que no hay tal comunicación, pues no es<br />

posible que <strong>el</strong> espíritu se comunique con la materia. La segunda explicación posible<br />

es que <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ojero intervenga a cada momento para mantener los dos r<strong>el</strong>ojes en<br />

armonía. Esa es la opinión de los ocasiona listas. Pero tal explicación no hablaría<br />

muy bien de la habilidad <strong>d<strong>el</strong></strong> r<strong>el</strong>ojero. La tercera explicación es que quien hizo los<br />

r<strong>el</strong>ojes era en extremo hábil, y los creó de tal modo que a partir de entonces<br />

concordaran en todo, sin que <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ojero tuviera que intervenir de nuevo. Esta es la<br />

"armonía preestablecida". Lo que llamamos "comunicación de las substancias" no es<br />

tal comunicación, sino que es más bien <strong>el</strong> acuerdo entre las monadas que resulta de<br />

la infinita habilidad <strong>d<strong>el</strong></strong> r<strong>el</strong>ojero que las ha creado. El alma y <strong>el</strong> cuerpo no se<br />

comunican entre sí, sino que coinciden o están de acuerdo, y esto gracias a la<br />

habilidad <strong>d<strong>el</strong></strong> Creador, que desde <strong>el</strong> principio estableció los movimientos tanto <strong>d<strong>el</strong></strong><br />

alma como <strong>d<strong>el</strong></strong> cuerpo.<br />

EL EMPIRISMO<br />

Mientras todo esto sucedía en <strong>el</strong> continente europeo, en la Gran Bretaña la filosofía<br />

tomaba un camino muy distinto. Ese camino era <strong>el</strong> <strong>d<strong>el</strong></strong> "empirismo" (de una palabra<br />

griega que significa "experiencia"). Su fundador fue <strong>el</strong> profesor de Oxford Juan<br />

Locke, quien en 1690 publicó su Ensayo sobre <strong>el</strong> entendimiento humano. Locke<br />

había leído las obras de Descartes, y estaba tan convencido como <strong>el</strong> filósofo francés<br />

de que <strong>el</strong> orden <strong>d<strong>el</strong></strong> mundo corresponde al orden <strong>d<strong>el</strong></strong> pensamiento. Pero no creía que<br />

hubiera tal cosa como ideas innatas. Según él, todo conocimiento se deriva de la<br />

experiencia. Esa experiencia puede ser tanto la que nos dan los sentidos como la<br />

que nos da nuestra mente al conocerse a sí misma (lo que él llama "<strong>el</strong> sentido<br />

interno"). Pero en la mente no hay idea alguna antes de que la experiencia nos<br />

conduzca a <strong>el</strong>la.<br />

Esto quiere decir además que <strong>el</strong> único conocimiento cierto es <strong>el</strong> que se basa en la<br />

experiencia. Y no en cualquier experiencia pasada, sino únicamente en la<br />

experiencia actual. Por ejemplo, <strong>el</strong> hecho de que vi una manzana sobre la mesa no<br />

garantiza que todavía esté allí. Por tanto, <strong>el</strong> conocimiento seguro se extiende<br />

únicamente a tres niv<strong>el</strong>es de realidad: nuestro propio yo, cuya existencia experimentamos<br />

de continuo; las cosas externas que se encuentran actualmente en<br />

nuestra experiencia; y Dios, cuya existencia se prueba a cada momento por <strong>el</strong> hecho<br />

de existir siempre nuestro yo y sus experiencias. Fuera de estos tres niv<strong>el</strong>es de<br />

realidad, no hay conocimiento seguro.<br />

Pero hay otro niv<strong>el</strong> de conocimiento, <strong>el</strong> de la probabilidad, que juega un pap<strong>el</strong><br />

importante en la vida humana. Es aquí que aplicamos, no ya la estricta demostración<br />

de la razón, sino la <strong>d<strong>el</strong></strong> "juicio". El juicio nos permite afirmar que, puesto que hemos<br />

experimentado repetidamente la existencia de Juan, es probable que Juan exista<br />

todavía. El juicio nunca da certeza absoluta, sino únicamente un grado de probabilidad.<br />

Esto no quiere decir que ha de ser despreciado, pues la mayor parte de<br />

nuestra vida tiene que conducirse, no a base de un conocimiento cierto, sino de un<br />

medida de probabilidad mayor o menor.<br />

La fe es <strong>el</strong> asentimiento a datos que no se derivan de la razón, sino de la rev<strong>el</strong>ación.<br />

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