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Historia del Cristianismo II - iglesia evangélica el olivo

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marcharon hacia <strong>el</strong> lago Maracaibo, donde hicieron esclavos indios con <strong>el</strong> propósito<br />

de venderlos y costear así la marcha hacia El Dorado.<br />

CARTAGENA Y BOGOTÁ<br />

En <strong>el</strong> entretanto, los españoles de Santa Marta continuaban sus exploraciones y<br />

conquistas, tanto a lo largo <strong>d<strong>el</strong></strong> litoral como hacia <strong>el</strong> interior. En la costa fundaron en<br />

1533 la ciudad de Cartagena, que más tarde llegaría a ser una de las más ricas y<br />

fortificadas <strong>d<strong>el</strong></strong> Nuevo Mundo. Antes de asentarse en <strong>el</strong>la, y aun después, tuvieron<br />

que luchar encamisadamente con los indios <strong>d<strong>el</strong></strong> lugar. Poco después, con la<br />

esperanza de que les sirvieran de intérpretes y les ayudaran a establecer mejores<br />

r<strong>el</strong>aciones con los naturales, les fueron enviados varios indios cristianos de Santa<br />

Marta. Entre <strong>el</strong>los se encontraba la india Catalina, que jugaría en Colombia un pap<strong>el</strong><br />

semejante al de doña Marina en México.<br />

De Santa Marta partió también la expedición de Gonzalo Jiménez de Quesada, que<br />

se adentró en <strong>el</strong> territorio y le' hizo la guerra al cacique Bogotá, de cuyas tierras se<br />

apoderó. Allí se fundó en 1538 la ciudad de Santa Fe de Bogotá, que poco a poco<br />

iría eclipsando a Santa Marta, hasta que <strong>el</strong> episcopado fue trasladado a <strong>el</strong>la en<br />

1562.<br />

En Bogotá, la expedición alemana se encontró con la de Jiménez de Quesada. Poco<br />

después llegó también otra columna procedente de Quito y al mando de Sebastián<br />

de Benalcázar. Poco faltó para que los diversos pretendientes a las riquezas de El<br />

Dorado se fueran a las armas. Fue gracias a la intervención y mediación <strong>d<strong>el</strong></strong><br />

dominico Domingo de Las Casas, pariente de Bartolomé, que los alemanes y los<br />

quiteños accedieron a abandonar sus supuestos derechos sobre esa región, a<br />

cambio de fuertes sumas y otras concesiones. Este dominico, dicho sea de paso, se<br />

mostró c<strong>el</strong>oso seguidor de los principios de su primo, defensor de los indios. Pero la<br />

situación de la colonia y <strong>el</strong> ansia de oro eran tales que muy poco podía hacerse en<br />

ese sentido.<br />

Esto puede verse en <strong>el</strong> caso de Martín de Calatayud, cuyas palabras, citadas en <strong>el</strong><br />

encabezamiento <strong>d<strong>el</strong></strong> presente capítulo, pudieran dar a entender que se trataba de un<br />

c<strong>el</strong>oso defensor de los indios. Pero <strong>el</strong> hecho es que este fraile, que llegó a ser <strong>el</strong><br />

tercer obispo de Santa Marta, con todo y deplorar los desmanes que se cometían<br />

contra los indios, llegó al convencimiento de que eran un mal necesario, pues los<br />

españoles necesitaban quienes los sirvieran y los indios no estaban dispuestos a<br />

hacerla.<br />

Su sucesor, Juan de los Barrios, se mostró más firme, y llegó hasta a imponerles<br />

censuras eclesiásticas a los encomenderos que no se hubieran ocupado de<br />

enseñarles la doctrina cristiana a sus indios, como se suponía que lo hicieran, o que<br />

abusaran de <strong>el</strong>los en contra de la ley. Pero los encomenderos protestaron ante la<br />

Audiencia real, que dictaminó que la cuestión de las encomiendas era de la<br />

competencia de las autoridades civiles y no de las eclesiásticas, y sobre esa base le<br />

ordenó al obispo que suspendiera las censuras.<br />

Los mismos conflictos surgieron en Cartagena, donde <strong>el</strong> gobernador Juan Badillo<br />

esclavizó a cientos de indios y los envió a sus posesiones en La Española. Esto<br />

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