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Historia del Cristianismo II - iglesia evangélica el olivo

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Las consecuencias de todo esto fueron también funestas para la causa de la<br />

Reforma. Los príncipes católicos culparon al luteranismo de la reb<strong>el</strong>ión, y a partir de<br />

entonces prohibieron todo intento de predicar la reforma en sus territorios. En cuanto<br />

a los campesinos, muchos de <strong>el</strong>los abandonaron <strong>el</strong> luteranismo, y regresaron a la<br />

vieja fe o se hicieron anabaptistas.<br />

LA RUPTURA CON ERASMO<br />

Mientras Alemania se veía sacudida por todos estos acontecimientos, los católicos<br />

moderados se vieron obligados a tomar partido entre Lutero y sus contrincantes. El<br />

más famoso de los humanistas, Erasmo, había visto con simpatía <strong>el</strong> comienzo de la<br />

reforma luterana, pero la discordia que había surgido de <strong>el</strong>la le repugnaba. Por largo<br />

tiempo Erasmo evitó declararse en contra de Lutero, pues su espíritu pacífico odiaba<br />

las controversias. Pero por fin la presión fue tal que no era posible evitar la ruptura<br />

con uno u otro bando. Erasmo había sido siempre buen católico, aunque se dolía de<br />

la ignorancia y corrupción <strong>d<strong>el</strong></strong> clero. Por tanto, cuando se vio obligado a decidirse, no<br />

había para él otra alternativa que optar por la r<strong>el</strong>igión tradicional.<br />

En lugar de atacar a Lutero en lo que se refería a las indulgencias, <strong>el</strong> sacrificio de la<br />

misa, o la autoridad <strong>d<strong>el</strong></strong> papa, Erasmo escogió como campo de batalla la cuestión<br />

<strong>d<strong>el</strong></strong> libre albedrío. Su doctrina de la justificación por la fe, que es don de Dios, y sus<br />

estudios de Agustín y San Pablo, habían llevado a Lutero a afirmar la doctrina de la<br />

predestinación. En este punto Erasmo lo atacó en un tratado acerca <strong>d<strong>el</strong></strong> libre<br />

albedrío.<br />

Lutero respondió con su vehemencia característica, aunque le agradecía a Erasmo<br />

<strong>el</strong> haber centrado la polémica sobre un punto fundamental, y no sobre cuestiones<br />

periféricas tales como la venta de indulgencias, las r<strong>el</strong>iquias de los santos, etc. Para<br />

Lutero, la idea <strong>d<strong>el</strong></strong> libre albedrío humano que tenían los filósofos, y que era común<br />

entre los moralistas de su época, no se percataba <strong>d<strong>el</strong></strong> poder <strong>d<strong>el</strong></strong> pecado. El pecado<br />

humano es tal que no tenemos poder alguno para libramos de él.<br />

Sólo mediante la acción de Dios podemos ser justificados y librados <strong>d<strong>el</strong></strong> poder <strong>d<strong>el</strong></strong><br />

maligno. Y aun entonces seguimos siendo pecadores. Por tanto, nuestra voluntad<br />

nada puede por sí misma cuando se trata de servir a Dios.<br />

Esa controversia entre Lutero y Erasmo con respecto al libre albedrío hizo que<br />

muchos humanistas abandonaran la causa luterana. Otros, como F<strong>el</strong>ipe M<strong>el</strong>anchthon,<br />

continuaron apoyando a Lutero, aunque sin romper sus r<strong>el</strong>aciones cordiales<br />

con Erasmo. Pero éstos eran los menos, y por tanto puede decirse que la polémica<br />

sobre <strong>el</strong> libre albedrío marcó la ruptura definitiva entre la reforma luterana y la<br />

humanista.<br />

LA DIETA DEL IMPERIO<br />

Mientras todo esto sucedía, y en ausencia <strong>d<strong>el</strong></strong> Emperador, era necesaria seguir<br />

gobernando <strong>el</strong> Imperio. Puesta que Carlos V había tenida que ausentarse<br />

inmediatamente después de la dieta de Worms, y puesta que <strong>el</strong> edicto de esa dieta<br />

había sido obra suya, la Cámara Imperial que gobernaba en su lugar no trató de<br />

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