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Historia del Cristianismo II - iglesia evangélica el olivo

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fundada. El rey Joao <strong>II</strong>I de Portugal, a quien habían llegado noticias de los ideales y<br />

<strong>el</strong> c<strong>el</strong>o de la nueva orden, solicitó de Roma que seis jesuitas fueran enviados a sus<br />

colonias en <strong>el</strong> Oriente. Loyola respondió que solamente contaba con dos hermanos<br />

disponibles, y por fin se decidió que Francisco Javier fuera uno de los enviados. Este<br />

se dispuso a partir inmediatamente, sin tomar tiempo más que para remendar su<br />

sotana.<br />

El impacto de los dos jesuitas en Lisboa fue tal que <strong>el</strong> Rey quiso retenerlos en su<br />

capital, y se decidió que uno de <strong>el</strong>los permanecería allí, y <strong>el</strong> otro, Francisco Javier,<br />

emprendería la misión al Oriente. En abril de 1541, salió de Lisboa <strong>el</strong> misionero,<br />

armado <strong>d<strong>el</strong></strong> título de Nuncio Apostólico para <strong>el</strong> Oriente.<br />

Durante la travesía, Javier dio muestras de su c<strong>el</strong>o misionero, particularmente en la<br />

isla de Socotra, donde se dedicó a evang<strong>el</strong>izar a los naturales mediante señas, pues<br />

no conocía su idioma. Al llegar a Goa, en mayo de 1542, las costumbres de los<br />

supuestos cristianos <strong>d<strong>el</strong></strong> lugar lo escandalizaron, y fue entonces que por primera vez<br />

utilizó un método que pronto se hizo famoso. Salía con una campanilla por la calle,<br />

invitando a los niños a seguirle. Los llevaba entonces a la <strong>iglesia</strong>, donde les<br />

explicaba <strong>el</strong> catecismo y las enseñanzas morales de la <strong>iglesia</strong>, y los enviaba a sus<br />

hogares para que les hablaran a sus mayores de lo que habían oído. De ese modo,<br />

Javier se fue abriendo paso en la ciudad. Pronto los adultos vinieron a escuchar su<br />

prédica inflamada. A <strong>el</strong>lo se siguieron escenas de arrepentimiento, y renuncia a los<br />

placeres, que recordaban los tiempos de Savonarola en Florencia.<br />

Empero no era para predicarles a los portugueses que <strong>el</strong> misionero había marchado<br />

a la India. Su estancia en Goa no era más que un interludio mientras se preparaba a<br />

marchar a otras regiones. Cerca de allí había una extensa zona, llamada la<br />

Pesquería porque era rica en perlas.<br />

Muchos de los naturales de esa región se habían convertido, pero pronto habían<br />

quedado abandonados, carentes de alguien que los guiara en la vida cristiana. Los<br />

únicos cristianos a quienes veían eran los comerciantes en perlas, que los visitaban<br />

de vez en cuando, y cuyo ejemplo dejaba mucho que desear.<br />

Tras cinco meses en Goa, preparándose para continuar su misión, Javier se fue a la<br />

Pesquería, acompañado de dos jóvenes clérigos que conocían <strong>el</strong> lenguaje de la<br />

región. Al principio eran esos dos acompañantes quienes predicaban o traducían lo<br />

que <strong>el</strong> jesuita decía. Pero Javier tenía un sorprendente don de lenguas, y pronto<br />

pudo salir por las aldeas con su famosa campanilla, llamando a todos a escuchar<br />

sus enseñanzas.<br />

Los conversos se contaban por millares. De otras aldeas cercanas venían peticiones<br />

solicitando que <strong>el</strong> misionero fuera a <strong>el</strong>las. Ante la imposibilidad de responder a<br />

todas, Javier adiestró a algunos de sus conversos, que fueron por toda la región<br />

predicando y bautizando. Pronto hubo cuarenta y cinco <strong>iglesia</strong>s en otras tantas<br />

aldeas. De la Pesquería, Javier pasó a la región de Travancore, donde <strong>el</strong> potentado<br />

que se llamaba <strong>el</strong> Oran Monarca lo recibió cortésmente. Cuando; algún tiempo<br />

después, <strong>el</strong> ejército de un territorio vecino marchó contra Travancore, Javier le salió<br />

al encuentro, armado sólo de su crucifijo, su fe y su voz de trueno, y los conminó con<br />

tal c<strong>el</strong>o y persuasión que huyeron despavoridos. A partir de entonces, fueron miles<br />

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