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EL TERCER TESTAMENTO - El Libro de la Vida Verdadera

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humanidad. Eran rocas que estaban siendo pulimentadas con el cincel <strong>de</strong>l amor<br />

divino, para que más tar<strong>de</strong> también ellos convirtiesen <strong>la</strong>s piedras en diamantes.<br />

18. Yo he probado a mis discípulos en todos los tiempos. Cuántas veces sometí a<br />

prueba a Pedro y so<strong>la</strong>mente en una <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s f<strong>la</strong>queó, mas no le juzguéis mal por este<br />

hecho, porque cuando él encendió su fe, fue como una antorcha entre <strong>la</strong> humanidad<br />

predicando y dando testimonio <strong>de</strong> <strong>la</strong> verdad.<br />

19. No juzguéis a Tomás; consi<strong>de</strong>rad cuántas veces vosotros habéis palpado mis obras<br />

y aún así habéis dudado. No miréis con <strong>de</strong>sprecio a Judas Iscariote, aquel discípulo<br />

amado que vendió a su Maestro por treinta monedas, porque jamás ha habido<br />

arrepentimiento mayor que el suyo.<br />

20. Yo me serví <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> ellos para <strong>de</strong>jaros lecciones que os sirvieran <strong>de</strong><br />

ejemplo y que existieran eternamente en <strong>la</strong> memoria <strong>de</strong> <strong>la</strong> humanidad. Después <strong>de</strong> su<br />

f<strong>la</strong>queza tuvieron el arrepentimiento, <strong>la</strong> conversión y <strong>la</strong> entrega absoluta al<br />

cumplimiento <strong>de</strong> su misión. <strong>El</strong>los fueron verda<strong>de</strong>ros apóstoles y <strong>de</strong>jaron un ejemplo<br />

para todas <strong>la</strong>s generaciones. (9, 22 - 23)<br />

<strong>El</strong> Apóstol Juan<br />

21. Recordad que cuando mi cuerpo fue <strong>de</strong>sc<strong>la</strong>vado <strong>de</strong> <strong>la</strong> cruz y luego sepultado,<br />

consternados los discípulos y sin po<strong>de</strong>r compren<strong>de</strong>r lo que había pasado, creyeron que<br />

con <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong>l Maestro todo había terminado. Fue menester que sus ojos volviesen<br />

a verme y sus oídos me escuchasen <strong>de</strong> nuevo para que su fe se encendiese y su<br />

conocimiento en mi pa<strong>la</strong>bra se afirmase.<br />

22. Ahora <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>ciros que entre aquellos discípulos hubo uno que jamás dudó <strong>de</strong> Mí,<br />

que nunca titubeó ante <strong>la</strong>s pruebas y ni por un instante me abandonó. Fue Juan, el<br />

discípulo fiel, valeroso, ferviente y amantísimo.<br />

23. Por ese amor lo confié a María, a los pies <strong>de</strong> <strong>la</strong> cruz, para que siguiese bebiendo el<br />

amor en aquel corazón sin mancha y a su <strong>la</strong>do, se fortaleciese aún más para <strong>la</strong> lucha<br />

que le aguardaba.<br />

24. Mientras sus hermanos, los otros discípulos, iban cayendo uno a uno bajo el golpe<br />

<strong>de</strong>l verdugo, sel<strong>la</strong>ndo con su sangre y su vida, <strong>la</strong> verdad <strong>de</strong> cuanto predicaban y el<br />

nombre <strong>de</strong> su Maestro, Juan vencía a <strong>la</strong> muerte y escapaba <strong>de</strong>l martirio.<br />

25. Confinado al <strong>de</strong>stierro, no supieron sus perseguidores que allí, en aquel<strong>la</strong> is<strong>la</strong> a<br />

don<strong>de</strong> le arrojaban, <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ría <strong>de</strong> los cielos sobre aquel hombre, <strong>la</strong> gran reve<strong>la</strong>ción<br />

<strong>de</strong> los tiempos que vosotros estáis viviendo, <strong>la</strong> profecía que hab<strong>la</strong> a los hombres <strong>de</strong><br />

cuanto ha <strong>de</strong> ser y se ha <strong>de</strong> cumplir.<br />

26. Después <strong>de</strong> amar mucho a sus hermanos y <strong>de</strong>dicar su vida para servirles en el<br />

nombre <strong>de</strong> su Maestro, tuvo Juan que vivir ais<strong>la</strong>do <strong>de</strong> ellos, solitario, pero siempre<br />

orando por <strong>la</strong> humanidad, siempre pensando en aquéllos por quienes Jesús había<br />

<strong>de</strong>rramado su sangre.<br />

27. La oración, el silencio, el recogimiento, <strong>la</strong> pureza <strong>de</strong> su existencia y <strong>la</strong> bondad <strong>de</strong><br />

sus pensamientos, hicieron el mi<strong>la</strong>gro <strong>de</strong> que aquel hombre y aquel espíritu<br />

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