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EL TERCER TESTAMENTO - El Libro de la Vida Verdadera

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carne sintiéndose por un instante débil, exc<strong>la</strong>mó: "Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me<br />

has abandonado?"<br />

22. Si enseñé a los hombres a vivir, también les vine a enseñar a morir perdonando y<br />

bendiciendo, aún a los mismos que me injuriaban y martirizaban al <strong>de</strong>cir al Padre:<br />

"Perdónales, que no saben lo que hacen".<br />

23. Y cuando el espíritu abandonaba esta morada, dije: "Padre, en vuestras manos<br />

encomiendo mi espíritu". La lección perfecta había concluido, como Dios y como<br />

hombre había hab<strong>la</strong>do. (152, 12-17)<br />

24. Un instante bastó a Dimas para salvarse, y ése fue el último <strong>de</strong> su vida; él me<br />

habló <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su cruz, y a pesar <strong>de</strong> ver que Jesús, el que se <strong>de</strong>cía hijo <strong>de</strong> Dios, estaba en<br />

agonía, sintió que era el Mesías, el Salvador y a Él se entregó con todo el<br />

arrepentimiento <strong>de</strong> su corazón y con toda <strong>la</strong> humildad <strong>de</strong> su espíritu, por eso le<br />

prometí el Paraíso para ese mismo día.<br />

25. Yo os digo que todo aquél que inconscientemente vaya pecando, pero que al final<br />

<strong>de</strong> su vida me hable con su corazón lleno <strong>de</strong> humildad y <strong>de</strong> fe, le haré sentir <strong>la</strong> ternura<br />

<strong>de</strong> mi caridad, que lo elevará <strong>de</strong> <strong>la</strong>s miserias <strong>de</strong> <strong>la</strong> Tierra, para hacerle conocer los<br />

<strong>de</strong>leites <strong>de</strong> una vida noble y elevada.<br />

26. Sí, amado Dimas, tú fuiste conmigo en el Paraíso <strong>de</strong> <strong>la</strong> luz y <strong>de</strong> <strong>la</strong> paz espiritual, a<br />

don<strong>de</strong> llevé a tu espíritu, en premio a su fe. ¿Quién hubiese dicho a los que dudaban<br />

que en Jesús, moribundo y sangrante, habitase un Dios, que en el <strong>la</strong>drón que<br />

agonizaba a su diestra se ocultase un espíritu <strong>de</strong> luz?<br />

27. <strong>El</strong> tiempo pasó y cuando <strong>la</strong> calma renació, muchos <strong>de</strong> aquéllos que me negaron y<br />

escarnecieron fueron penetrando en <strong>la</strong> luz <strong>de</strong> mi verdad, por lo que su arrepentimiento<br />

fue gran<strong>de</strong> y su amor para seguirme fue inquebrantable. (320, 67)<br />

28. Cuando el cuerpo que me sirvió <strong>de</strong> envoltura en el Segundo Tiempo entró en<br />

agonía y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> cruz pronuncié <strong>la</strong>s postreras pa<strong>la</strong>bras, hubo entre mis últimas frases<br />

una que ni en aquellos instantes, ni mucho tiempo <strong>de</strong>spués fue comprendida: "¿Dios<br />

mío, Dios mío, por qué me has abandonado?".<br />

29. Por aquel<strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras muchos dudaron; otros se confundieron pensando que fue<br />

una f<strong>la</strong>queza, un titubeo, un instante <strong>de</strong> <strong>de</strong>bilidad. Mas no han tomado en cuenta que<br />

esa no fue <strong>la</strong> última frase sino que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> el<strong>la</strong> aún pronuncié otras que reve<strong>la</strong>ban<br />

fortaleza y luci<strong>de</strong>z plenas: "Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu" y "Todo<br />

está consumado".<br />

30. Ahora que he vuelto para hacer luz en vuestras confusiones y esc<strong>la</strong>recer lo que<br />

habéis l<strong>la</strong>mado misterios, os digo: Cuando estuve en <strong>la</strong> cruz, <strong>la</strong> agonía fue <strong>la</strong>rga,<br />

cruenta y el cuerpo <strong>de</strong> Jesús, infinitamente más sensible que el <strong>de</strong> todos los hombres,<br />

sufría una agonía prolongada y <strong>la</strong> muerte no llegaba. Jesús había cumplido su misión<br />

en el mundo, ya había dicho <strong>la</strong> última pa<strong>la</strong>bra y enseñado <strong>la</strong> última lección; entonces<br />

aquel cuerpo torturado, aquel<strong>la</strong> carne <strong>de</strong>strozada al sentir <strong>la</strong> ausencia <strong>de</strong>l espíritu,<br />

preguntó dolorosamente al Señor: "¡Padre, Padre! ¿Por qué me has abandonado?" Era<br />

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