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EL TERCER TESTAMENTO - El Libro de la Vida Verdadera

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249. Basta que sepáis, como os lo dije en mi pa<strong>la</strong>bra, que <strong>la</strong> reencarnación <strong>de</strong>l espíritu<br />

es verdad, para que una luz se encienda en vuestro corazón y admiréis más mi<br />

amorosa justicia.<br />

250. Comparad <strong>la</strong>s teorías y diversas interpretaciones que <strong>la</strong>s religiones han dado a<br />

estas enseñanzas e inclinaos por aquel<strong>la</strong> que encierre mayor justicia y tenga mayor<br />

razón.<br />

251. Mas <strong>de</strong> cierto os digo que ésta es una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s reve<strong>la</strong>ciones que más conmoverá al<br />

espíritu en este tiempo, en el cual se está <strong>de</strong>spertando <strong>la</strong> intuición sobre esta gran<br />

verdad. (63, 76)<br />

252. Afirmaréis que <strong>la</strong> reencarnación <strong>de</strong>l espíritu, es una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s gran<strong>de</strong>s verda<strong>de</strong>s que<br />

<strong>la</strong> humanidad <strong>de</strong>be conocer y creer.<br />

253. Hay quienes por intuición presienten, aceptan y creen en ello, como algo que no<br />

podía faltar en mi amorosa justicia hacia los hombres; mas también habrá muchos que<br />

os l<strong>la</strong>men b<strong>la</strong>sfemos y mentirosos.<br />

254. No temáis, lo mismo les sucedió a mis apóstoles cuando predicaban <strong>la</strong><br />

resurrección <strong>de</strong> los muertos enseñada por Jesús; los sacerdotes y los magistrados los<br />

pusieron en <strong>la</strong> cárcel por predicar tales enseñanzas.<br />

255. Más tar<strong>de</strong>, el mundo aceptó aquel<strong>la</strong> reve<strong>la</strong>ción, aun cuando os lo puedo asegurar<br />

que no llegó a compren<strong>de</strong>r toda <strong>la</strong> importancia <strong>de</strong> esa enseñanza, siendo menester que<br />

viniese Yo en este tiempo a enseñaros que <strong>la</strong> resurrección <strong>de</strong> <strong>la</strong> carne sólo pue<strong>de</strong><br />

referirse a <strong>la</strong> reencarnación <strong>de</strong>l espíritu, ya que éste es el principio y <strong>la</strong> razón <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

vida, el que en verdad es eterno. ¿Con qué fin habrían <strong>de</strong> resucitar los cuerpos<br />

muertos, cuando sólo fueron <strong>la</strong>s vestiduras temporales <strong>de</strong>l espíritu?<br />

256. La carne baja a <strong>la</strong> tierra a confundirse con el<strong>la</strong>, ahí se purifica, se transforma y<br />

surge <strong>de</strong> nuevo a <strong>la</strong> vida incesantemente; mientras, el espíritu sigue elevándose, sigue<br />

encaminándose a <strong>la</strong> perfección y cuando vuelve a <strong>la</strong> Tierra, es para él una<br />

resurrección a <strong>la</strong> vida humana y es también para su nueva envoltura una resurrección<br />

al contacto <strong>de</strong>l espíritu.<br />

257. Mas lo material no tiene naturaleza eterna y en cambio lo espiritual sí, por lo que<br />

os digo una vez más, que es a vuestro espíritu al que busco, al que enseño y al que<br />

quiero llevar Conmigo. (151,56-58)<br />

258. Vuestro espíritu arrastra pesadamente una ca<strong>de</strong>na formada por <strong>la</strong>s vidas que os<br />

he brindado como oportunidad para perfeccionaros y que no habéis aprovechado;<br />

cada existencia forma un es<strong>la</strong>bón. Mas si normáis vuestra vida <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mis<br />

enseñanzas, si os apegáis a mi ley, ya no vendréis a sufrir a este mundo.<br />

259. Si <strong>de</strong>jáis pasar el tiempo sin estudiar mi pa<strong>la</strong>bra, Yo, que soy el tiempo, os<br />

sorpren<strong>de</strong>ré. Estudiad, para que podáis ocupar en mi obra el lugar que os correspon<strong>de</strong>.<br />

260. Quiero que cesen <strong>la</strong> incomprensión y <strong>la</strong>s diferentes creencias sobre mi<br />

Divinidad; compren<strong>de</strong>d que todos brotasteis <strong>de</strong> un solo Dios. (181, 63-65)<br />

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