PLAN DE DESARROLLO 2004-2011 SANCIONADO - Incoder

♦ SITUACION ACTUAL
Si bien se considera que uno de los principales activos de Nariño, es la condición multiétnica de sus pobladores, de los
cuales el 10.8% son indígenas y el 18.83% son afrodescendientes, apenas comienza a romperse su histórica exclusión.
Los pueblos indígenas Pastos, Awá, Siapidara - Eperara, Kofán, Inga y Quillacinga, en su mayoría habitan en “67
resguardos que tienen una extensión de 467000 hectáreas, los cuales se encuentran en jurisdicción de 24 Municipios”
(VILORIA, 2007:20).
Algunos pueblos, como los quillacingas están en proceso de constitución y otros de saneamiento de sus resguardos. El
resguardo en términos del art. 21 del decreto 2164 de 1995 se define como: “institución legal y sociopolítica de carácter
especial, conformada por una o más comunidades indígenas, que con un título de propiedad colectiva goza de las garantías
de la propiedad privada, poseen su territorio y se rigen para el manejo de este y su vida interna por una organización
autónoma amparada por el fuero indígena y su sistema normativo propio.”
Territorio, derecho mayor y autoridades propias, configuran la triada sobre la cual la cultura indígena ha resistido y
sobrevivido a siglos de opresión y exclusión.
Según los pueblos indígenas “el territorio es un organismo vivo, que siente y se transforma, que tiene su espíritu vital, que
sus venas son los ríos, que sus huesos son las rocas, que sus órganos de secreción son los cráteres, que sus pulmones
son los páramos, las lagunas, los volcanes y que sus ojos son las estrella”. (TARAPUEZ, 2008: 3)
Para los indígenas el ser humano no es externo a la tierra, forma parte de ella patrimonio material e inmaterial de Nariño;
esta concepción fundamenta una cosmovisión integradora de la naturaleza, la economía, el hábitat y la vida espiritual.
Esta cosmovisión sustenta actitudes, formas de vida y prácticas productivas de gran valor para la sostenibilidad de los
recursos naturales de su entorno.
Desde la visión de los pueblos indígenas, que habitan en la zona de frontera, su territorio es único, es el mismo de sus
hermanos que habitan del lado ecuatoriano; su hermandad es cosmogónica y consanguínea.
El apego al derecho mayor, que rige sus usos y costumbres, y el respeto a sus propias autoridades, han sido las claves para
avanzar en una centenaria y sacrificada lucha por el reconocimiento de su identidad, autonomía y resguardos.
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